Leyes y libertad bajo el prisma de la conciencia

Solón de Atenas

Quizás estemos ya en otra de las encrucijadas de la Historia, cuando el ser humano deberá enfrentarse a su destino como grupo, pero antes que nada habrán de volver a tamizarse los valores morales que abarcan conjuntamente el mundo de la política, de la justicia y de la libertad en relación con el comportamiento humano. Los problemas surgen, sin duda, del simple hecho de que no se haya llegado a dar una definición precisa sobre en qué consiste el concepto mismo de libertad.
Michel de Montaigne (1533-1592), un magistrado de profesión, se escudaba con frecuencia tras citas y citas de los clásicos para mantener su libertad de opinión, pensando, decía él, que lo que él escribía no iba a ser peor que lo que ya se había dicho; Pascal haría lo mismo sin citarlos palabra por palabra, mientras sentía estar bajo el escrutinio de una inquisición sin benevolencias. Con frecuencia, es difícil mantener un balance perfecto entre las imposiciones de la ley y los dictámenes de la conciencia, pues se trata casi siempre de un proceso circular con su punto de partida en el uso de las libertades de cada uno, cuyos abusos conducirán a la anarquía para la que se echará mano del despotismo antes de volver al punto inicial de la Libertad, que consiste, según Paul Ernst «en que las personas deseen ser libres».
La historia del legislador Solón de Atenas nos hace reflexionar sobre el espíritu de las Leyes. Luchó contra la injusticia y, para su tiempo, es un eximio legislador. Sus leyes fueron escritas sobre tablones de madera y colocadas en la acrópolis del Partenón. Buscaba el justo medio que no permite que se mueva la balanza en mal sentido: «En las legislaciones resulta casi imposible atinar el punto justo», escribió, y tenía razón, porque la libertad aboca demasiado fácilmente a la anarquía, madre del despotismo, aunque exigiendo a gritos de nuevo la libertad para los individuos, las instituciones y los pueblos.
«Por la libertad se puede aventurar la vida», había sermoneado Don Quijote a su escudero, pero ha de serlo cuando «sea la lucha por conseguirla lo que constituya la libertad misma», había dicho Henrik Ibsen, y algunas de sus frases célebres, como «hace falta espíritu de rebeldía para conseguir la felicidad», han producido centenares de comentarios de toda clase, mostrando precisamente que es muy difícil conseguir un balance perfecto en la vida sin caer en tópicos comunes.

HECHOS Y DICHOS
Somos esclavos de las leyes para poder ser libres. Cicerón

PROVERBIO COMÚN
Hecha la ley, hecha la trampa.

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