El Periódico de Torrevieja nº351

Igual que los alimentos y medicinas tienen su fecha de caducidad, asimismo a las personas se nos pasa la fecha en nuestra vida.
Todo tiene su momento y su sentido, pasado el cual deja de tener fundamento. El tiempo, con su paso parsimonioso pero incesante, va dejando atrás propósitos, proyectos, situaciones y lugares que, observados desde la pátina del recuerdo, se nos quedan totalmente fuera de lugar.
Por eso, es preciso y muy necesario aprovechar cada momento al máximo, en la seguridad de que nunca se va a volver a repetir; aunque nos parezca similar o parecido, nunca es igual, y, además, cada vez será más y más diferente.
Podemos comprobarlo muy claramente cuando pretendemos ver, por ejemplo, una película antigua, que en su momento nos causó una gran sensación. Al visionarla de nuevo, pasados los años, nos encontramos normalmente con la decepción de que no tiene demasiado que ver con lo que de ella recordábamos. La magia que en su momento ejerció en nosotros, debido al entorno en que se desarrolló, nada tiene que ver con la actualidad, y quedó sumida allá en el recuerdo de otra época bien distinta.
Así vamos pasando también las personas, estando cada cual ubicada justamente en su época vital. Por eso, cuando encontramos a alguien muy mayor, vemos que, a veces, está un poco desubicado, fuera de su hábitat, al estar rodeado de gentes de otras generaciones diferentes a la suya, con recuerdos antiguos, de personas y situaciones que nada tienen que ver con las actuales.
Todo cambia sin cesar: las modas, los pueblos, los paisajes y las personas también, hasta el punto de que, cuando nos vamos a dar cuenta, ha cambiado tanto que tenemos la sensación de estar viviendo otra vida.

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