Desde el Campanario nº355

Estamos ya inmersos en el periodo de los sustos para unos y la alegría para otros, pues el Impuesto de la Renta de las Personas Físicas para unos representa tener que desembolsar un poco o un mucho de dinero y, para otros, la satisfacción de recoger aquellas cantidades que han pagado de más.
Este impuesto, estará considerado por muchos como injusto y no les vendrá muy bien el tenerlo que abonar, pues ya pagamos otros impuestos vía indirectos y locales, así como los que pagamos a través de transmisiones patrimoniales y actos jurídicos, pero debemos pensar que, cuanto más tenemos que pagar, es porque hemos recibido también más que los demás y debemos contribuir al bien común con nuestras aportaciones al estado, de tal manera que es la forma de compartir nuestros bienes con los demás.
Otra cosa es que el estado, regentado por los políticos elegidos para este fin, sea lo suficientemente justo y equitativo con el reparto de estos bienes. A mi entender, a la hora de hacer el mismo, éste debe contemplar el bien común de toda la sociedad y no solamente a minorías, como hasta ahora está ocurriendo y que en este caso representa privilegios concedidos de forma partidista y electoralista, lo que resulta verdaderamente injusto para los demás contribuyentes.
Llegados a este punto, creo que estamos convencidos de que pagar los impuestos, cuando éstos son distribuidos con justicia, es bueno para todos. Cuando le preguntaron a Jesús, con toda la mala intención, si era lícito pagar impuestos, Éste, con su divina sabiduría, nos indicó que hay que dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Pues, demos al estado lo que debemos de dar y, a Dios, entreguemos la verdadera belleza de las personas, o sea: la bondad, el espíritu de servicio a los demás y la caridad que es lo que Él nos enseñó.
Estamos viendo en algunos medios de comunicación, como son radio y televisión, el injusto e incomprensible ataque que se le está haciendo a la iglesia, anunciando que se ponga la cruz en la renta para que el porcentaje que se distribuye en la misma vaya a estamentos sociales y no a la iglesia, alegando que así se financian proyectos concretos y no a instituciones. Esto es enteramente falso y fuera de sentido, pues esos estamentos sociales tienen establecidas unas estructuras con un coste desmesurado y, en algunos casos, sus gerentes se han beneficiado fraudulentamente de los bienes de las consabidas ONGs.
Las ONGs de la Iglesia, como son Caritas y Manos Unidas, tienen demostrado pública y documentalmente que sus gastos de estructura son infinitamente menores y prácticamente sin importancia frente a los de cualquier otra ONG, pues es sobradamente consabido que el personal que trabaja en la Iglesia es voluntario, lo que no ocurre en las otras entidades, que tienen que pagar muchos sueldos, viajes, desplazamientos y gastos publicitarios, alcanzando, en algunos casos, el 30% o más de lo que entregan sus colaboradores, mientras que en la iglesia éste porcentaje se reduce a un escaso 7%, por lo que Uds. pueden analizar lo que llega a los pobres de aquello que entregan para ellos.
Por eso, a la hora de hacer su renta y poner la cruz, piensen verdaderamente cómo mejor se emplean sus aportaciones y, si son auténticos cristianos no tienen que dudarlo, la iglesia fue constituida por Jesucristo y no por los hombres, por algo será. También pueden marcar las dos cruces si desean repartir sus aportaciones a las dos partes.

Carlos García

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