La cruzada de Camps

José Manuel Martínez Andreu
Portavoz del Grupo Municipal de Izquierda Unida

Camps ha entrado en Orihuela empuñando la Tizona del Agua para Todos, a lomo de sus alcaldes, en contra de los herejes de la derogación del trasvase del Ebro. Comandando las huestes de Andalucía, Murcia y Valencia, su frente nacional ha decidido emprender la cruzada desde Orihuela. Mónica Lorente, su alcaldesa, se ha apresurado en apostatar del zaplanismo, pasado a mucha mejor vida y sustento, y, cómo no, se mostró presta a jurar fidelidad al movimiento, el de Camps. Tal despliegue de fuerzas a las puertas del Congreso conviene a Mariano, porque, no nos engañemos, el trasvase que necesita Rajoy es el de los avales.
No faltaba nadie en la Lonja. El ejército de los 300 hijos de Camps escenificó la reconquista de la huerta, de la agricultura, y Alperi se desgañitó en su defensa como si hubiera dejado recién la hoz y la azada para ser alcalde de Alicante. En su inquisición, se acordó, una vez más, de los inmigrantes de invernadero, ésos a los que el PP quiere sellar con un contrato de integración, a los que quiere marcar como al ganado: a sangre y fuego para que abracen la fe en Camps y en su obra y evitar así que el mal los lleve a delinquir. Desde el mismo púlpito, tronaron las palabras de Rita Barberá y de la ya citada Mónica Lorente, como labriegas salidas de un relato de Blasco Ibáñez. No sé si estuvo Trillo con sus michirones campestres y su lugarteniente Domingo Soler, el de la atrofia testicular de la desalación maligna; pero de lo que sí estoy seguro es de que, allí, plantados como tomateras, estuvieron los alcaldes de Almoradí, Algorfa, San Miguel, Rojales, Benferri, Albatera, Catral, Callosa y el de Torrevieja, ¿quizás el de Torrepacheco? Y muchos más; todos ellos cargados con sus PGOUs, sus PAUs y sus PAIs, sus recalificaciones de terrenos y sus constructores afines. Y es que quieren agua, pero bendita para el ladrillo, agua para la argamasa del cemento, para amasar hormigón y grandes fortunas. Están sedientos de agua para bañar sus campos de golf, para regar los «greens» y el césped de los bungalows. La sequía de los ingresos les ha dejado seco el gaznate de la especulación. ¡Qué cinismo!
Camps entró en Orihuela. Evidenció su poder y su ambición. Camps, el facilitador de cobijo y refugio en su corte, en sus Cortes, a alcaldes imputados por delitos ligados a la corrupción urbanística, se permitió un ejercicio de soberbia y megalomanía. El baño que buscaba no era de agua, sino de autocomplacencia, en uno de los más arraigados feudos del PP, en el granero de votos de la derecha mas rancia. Sí, se dio un baño, pero de lisonjas y parabienes a mayor gloria de su futuro político.
Desde esta tribuna, le propongo, sr. Camps, un nuevo frente, un nuevo manifiesto: el de la defensa de la ética en la gestión pública y de la lucha contra la corrupción. Elija ciudad para entrar: Torrepacheco o Torrevieja.

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