Lo moral lo es o no lo es, sin admitir subterfugios

Lucio Anneo Séneca

Me sorprendería si alguien osara preguntar en qué consiste la moral, porque el comportamiento humano se escurre a toda definición y todos conocemos como por instinto la brecha que hay entre lo que está bien y lo que está mal. El «to be or not to be» del vate inglés, más que un interrogante, resulta ser, en nuestro caso, una mera observación que todos nos hacemos a través de la experiencia de lo que consideramos aceptable o inaceptable.
Lucio Anneo Séneca vivió a comienzos de nuestra era muriendo el 65 a la edad de 69 años, pudiendo, pues, decirse que la inauguró, interpretándola desde el punto de vista del comportamiento del ser humano, que no puede escapar a los dictámenes de su conciencia. Había nacido en Córdoba y fue un orador brillante que pudo superar la ignominia del destierro con la gloria de ser nombrado pretor imperial con tutoría del «jovenzazo» Nerón. Pero al final de sus días prefirió la compañía de sus amigos, que le ofrecían material de reflexión sobre la vida humana como fenómeno observable. Se le adscriben multitud de consideraciones sobre la moral, adelantándose a la labor de los fenomenologistas, al considerar que el hombre, más que un espectáculo curioso, sirve de experimento en vivo para utilizar el bisturí moral de la conciencia. «La medicina y la ética», decía, «obran conjuntamente en la naturaleza humana».
El lado oscuro de lo moral produce casi estertores, cuando se oyen paradigmas como: «No queda más remedio que mentir cuando se pretende moralizar», que comentaba con ironía Jacinto Benavente, y Séneca comparó nuestra vida a la representación de una obra de teatro que tenemos que interpretar aunque sólo cobre sentido si lo hacemos como es debido. «Para la política, el ser humano es un medio, para la moral es un fin», dictaminó Juan Herder, a lo que se podría añadir que las soluciones, si son legales, suelen tranquilizar sólo a unos pocos.
Hasta cierto punto, y utilizando la metáfora-comparación de Sócrates, somos las «parteras» de nuestros propios alumbramientos, sirviéndonos de la conciencia para dar a luz aquellos sentimientos que nos ayudan a valorar nuestra conducta, lo que Immanuel Kant expresó a la maravilla: «Los astros estarán sobre nuestras cabezas, pero la moral sólo se encuentra dentro de nosotros mismos».

HECHOS Y DICHOS
Los valores morales suelen quedar sepultados por los intereses económicos. José Luis Aranguren.

PROVERBIO LATINO ATRIBUIDO A JUVENAL
Ningún culpable será jamás absuelto por su propia conciencia.

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