Fútbol y expo

El pasado día 7 comenzó la Eurocopa 2008, organizada este año por Austria y Suiza. Si alguien tuvo ocasión de ver la inauguración, estará conmigo en que, en los tiempos que corren, montar un numerito con unas cajas de cartón, dos vacas de madera y un montón de paletos en pantalón corto con peto y mocetonas robustas con trenzas rubias es de un cutre que tira para atrás. Esperemos que mañana 14, España, con la inauguración de la Expo de Zaragoza, esté a la altura de un país moderno, que se abra al universo y no se mire el ombligo. La flamante Expo «del agua» (¡uy! aquí es cuando me la risa), porque ha faltado un pelo para que, haciendo honor a su nombre, fuera sólo eso, AGUA, con todo empantanado, por la falta de previsión de los aragoneses, que, como ellos mismos dicen, son «gigantes y cabezudos».
Y ya hablamos de la Eurocopa. A estas alturas de la película, ya se habrá celebrado el pasado martes el encuentro con Rusia. No soy adivino, pues este artículo, por razones obvias, se escribe un día antes, pero desde luego,  si el juego que desarrolla la selección es el mismo que vimos en los partidos amistosos que jugó la semana pasada, mucho me temo que el «sabio de hortaleza» puede convertirse en el «tonto de hortaliza», pues ya sabemos que en este país lo mismo subimos a un personaje al reino de los cielos, que si lo hace mal, lo dejamos caer hasta darse el mamporro del siglo.
Hablando de cabezones, hemos de considerar que Luis Aragonés en este aspecto ha batido su propio récord, haciendo oídos sordos a la afición que pedía que Raúl fuese a la Selección, lo cual hubiese supuesto un broche de oro para uno de los mejores jugadores españoles de todos los tiempos.
Dice el eslogan de la Cuatro, que es la que este año paga el tema de las retransmisiones (toquemos madera, ya lo hizo en el mundial y así nos fue), «¡PODEMOS!». Vamos a ver si es verdad, pues siempre se ha dicho que poder es querer, y eso lo queremos todos en este país, donde la selección es capaz de marcar el ritmo de la vida, cambiando horarios de trabajo, reuniones y lo que haga falta, con tal de ver a once millonarios en calzoncillos, abrazados, mientras suena el «¡chunda, chunda!», para luego pelearse con otros once por un balón, que va reclamando continuamente un tío de negro con un pito.

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*