Ir contra el sentido común

Si analizamos fríamente y buscándole el sentido positivo a ciertas posiciones que actualmente existen en el mundo y en la sociedad, nos damos cuenta de que la mayoría de ellas no tienen ningún sentido práctico ni eficaz para el conjunto de los ciudadanos de cualquier país. Pongamos por ejemplo el terrorismo. Yo, casi todos los días, me pregunto: ¿qué ha tenido de positivo para ETA el estar matando, asesinando, extorsionando y causando terror en la sociedad hasta ahora? ¿Qué han conseguido respecto a sus reivindicaciones? Está claro que no han conseguido nada que podamos decir que haya sido positivo para sus demandas con su forma de actuar.
En otras partes del mundo, también están empleando los mismos sistemas que ETA. Causar el terror y el miedo entre los ciudadanos de bien parece ser el objetivo principal de algunos grupos o personas. Veamos lo que está ocurriendo en Iraq, Palestina, Pakistán, India, etc. Solamente la muerte y la destrucción de seres inocentes parece ser el objetivo de estas personas, con el fin de imponer sus criterios por la fuerza, el  miedo, y no con la razón.
Yo creo que estas personas no piensan con sensatez e inteligencia. Gandhi, el grandioso, poderoso y querido líder pacifista indio, que era un gran admirador de Jesucristo, decía: «Conociendo a Jesús, no comprendo la actitud y posicionamiento de los cristianos», y también una de sus frases preferidas era: «La diferencia entre lo que hacemos y todo aquello que podemos hacer arreglaría todos los problemas del mundo».
Gandhi, con su carácter pacífico, fue un gran hombre para su país, y, concretamente, para sus ciudadanos fue muy querido y aún se le recuerda con nostalgia, lo que nos demuestra que es mucho más práctico el desarrollo del amor, la caridad y el encontrar el buen sentido de la vida que no la violencia y el terror. Él consiguió mucho más con estos medios que con otros.
Jesucristo, incluso después de muerto y resucitado, fue capaz de cambiar el mundo y convulsionarlo, predicando el amor al prójimo, la caridad y la entrega personal de uno mismo a los demás. Conquistó el Imperio Romano y el mundo entero. Hoy, más de mil trescientos millones de personas somos sus seguidores y creemos mucho más en su «política» que en la de los demás.
Está claro que estos medios a los que me estoy refiriendo no calan en nuestra nueva sociedad. Hoy preferimos alejarnos de Dios, apartarlo de nosotros porque Él nos dice que no lo estamos haciendo bien, nos recrimina nuestra forma de comportarnos. Lo que hacemos nos pesa en nuestra conciencia y, por eso, lo apartamos de nosotros, creemos que pasando de Él somos más libres, y lo que efectivamente estamos haciendo es esclavizarnos y hacernos dependientes de todo lo contrario. A San Francisco, se le acercó un hombre y le preguntó: «Padre, ¿qué tengo que hacer para convertirme y salvarme?». San Francisco le contestó: «Solamente dejarte amar por Dios». Y es que nos da miedo el amor de Dios, y si existe alguien que verdaderamente nos quiere como somos es Él, por lo que deberíamos colaborar un poco en ayudarle a construir el Reino que Él quiere para nosotros.

Carlos García

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