Carmen Sarmiento recuerda en USP Hospital San Jaime su secuestro en Colombia y su encuentro con las FARC

La periodista de Televisión Española y primera mujer corresponsal de guerra del país, Carmen Sarmiento, visitó el pasado lunes el USP Hospital San Jaime. Actualmente jubilada de su trabajo en televisión tras visitar más de 70 países, se dedica a ofrecer conferencias por toda la nación con secuencias de sus reportajes, muchos de ellos sobre los marginados, los desheredados, el sida, la malaria, etc., además de colaborar, durante el verano, con la revista Mía. Sarmiento llegó a entrevistar a Manuel Marulanda, más conocido como «Tiro Fijo», jefe de las FARC, fallecido hace tan sólo unos meses. Cuando acudía a entrevistarlo, soldados del ejército la detuvieron, amenazaron con ametralladoras y la expusieron al sol durante horas. TVE dio la noticia en el Telediario de la noche, informando sobre la desaparición de la periodista.

Abandonada en la selva sin agua, comida ni dinero
Para llegar al campamento de «Tiro fijo», Carmen y su acompañante en esta aventura, Iván Márquez, uno de los negociadores de la liberación de Clara Sánchez -compañera de Ingrid Betancourt en su candidatura a la presidencia de Colombia-, fueron detenidos durante dos días por militares que, tras rodearlos con ametralladoras y dejarlos al sol durante más de cinco horas, los soltaron en medio de un camino sin agua, comida ni dinero para poder retomar su viaje. «Iván Márquez me dijo que nos matarían y no lo creí, estaba tranquila por desconocimiento, pero cuando nos liberaron y nos dejaron tirados en la cuneta, entonces pasé miedo porque adquirí conciencia de la situación tan peligrosa por la que estábamos pasando», recuerda la periodista, subrayando que «si fuera un gato, habría consumido ya 6 vidas, puesto que he pasado algunas enfermedades tropicales, momentos difíciles en mis desplazamientos y hasta una emboscada, muy peligrosa -incluso con muertos-, en Nicaragua».

Experiencia con las FARC
Sobre las FARC, Carmen Sarmiento reconoce que «tradicionalmente, Colombia es un país violento. Cuando en el 82 visité su campamento tuve un sentimiento romántico hacia los guerrilleros que no tengo ahora. Por entonces, eran la esperanza para los más desfavorecidos, presionados por la política y los militares. Los días que pasé con ellos en las montañas fueron estupendos, pero, ya por entonces, empecé a percibir el tráfico de drogas. Ellos lo negaron y, sin embargo, más de 20 años después, han demostrado que es cierto. Las FARC ya no tienen nada que ver con aquello. Ahora son traficantes, no sólo de drogas, sino también de seres humanos. Nadie tiene derecho a secuestrar a un ser humano, todos merecemos un respeto y el derecho a la vida. Todavía no puedo entender, tras haber pasado con ellos aquellos días, hace tanto tiempo, cómo pudieron sesgarle la vida a tantas personas, entre ellas a Ingrid Betancourt, que llevaba un programa muy progresista para su país y a la que han marcado para siempre, porque, entre otras muchas cosas, las condiciones de vida en la selva son muy duras».

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