Plan de salvación

Nos llega ya la crisis anunciada desde hace tiempo. Explota con fuerza esta noche del lunes, con la decisión del Congreso norteamericano rechazando el Plan Bush, «salvavidas» de su sistema financiero, obviamente a la cabeza de los demás en el concierto de las naciones y, por extensión, -en este mundo diseñado por el hombre y del que ¿disfruta?-, soporte imprescindible de la empresa y del mundo de los negocios que, queramos o no, son motor del desarrollo y del empleo, que es a lo que vamos. Yo lo de salvación no lo tengo tan claro, porque el hombre tropieza a lo largo de su vida y de la historia en incontables ocasiones, y de nada le valen los comportamientos y las pautas seguidas hasta entonces, cuando se vuelve a encontrar en otra encrucijada de caminos. Es capaz, como buen animal racional que es, de multiplicar los tropiezos no una vez sino un montón de veces. He leído hasta la saciedad estos días que el daño a sufrir a causa de la incuria de la clase dominante -banqueros irresponsables, bajo incentivos de instituciones irresponsables- será inmenso, y porque los mayores damnificados seremos los de siempre. No podrán pagarse esas hipotecas que han sido vendidas con señuelos de deslumbrante felicidad. Por lo que, es de templar gaitas apostar por la aprobación o  rechazo del dichoso plan, pues ni los sesudos analistas se ponen de acuerdo sobre lo que más conviene. ¿Será bueno inyectar toda la riqueza de todos los contribuyentes en ayuda principalmente de los grandes emporios financieros? Nadie lo sabe. Por el contrario, ¿será conveniente dejar que se hunda todo y quiebre todo Quisque, aunque en este caso la sanación del sistema empiece pronto y el dinero se ponga a disposición del trabajo productivo? Tampoco lo sabe nadie.
Y no tengo claro lo de la salvación porque, para mí, es un término trascendente que va mas allá de nuestras vicisitudes, penas y amoríos, claro. Y porque también está dicho, porque todo está dicho… ¿Os acordáis? «¿De qué le vale al hombre ganar el mundo si…?» Porque, de todos modos, pasarán los meses o los años de angustia, y después la resaca, y vendrán los buenos y los malos momentos con otras desgracias e ilusiones también… Pero la salvación, salvación, ¿donde estará, si seguiremos igual con nuestras violencias  egoísmos e hipocresías? Porque no terminaremos con nuestros terroristas, con los hombres machistas orgullosos, con nuestra juventud agresiva y pendenciera, con la pornografía que nos invade, zambullidos en una crisis de valores que nos aflige sobremanera, con una casta política -que no clase- privada de coraje para mejorar la educación y la cultura. Ahí tenemos nuestras televisiones, digitales o no digitales, deleitándonos todos los días y noches con lo más siniestro del hombre. Ni diálogo, ni debate de ideas, sino la obscenidad de configurar una sociedad sin ideal alguno, y sin Dios, claro. Y dispuesta, cuando escampe, a consumir ciegamente todo lo que se le ofrezca, incluidas, claro está, las hipotecas basura…

JortizrochE

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