A escena

Tres temas urgentes me han venido de sopetón a la cabeza para afrontar esta crónica veraniega. Una, relacionada directamente con la polémica suscitada en torno a la representación política en el Consejo de Administración de Agamed, la empresa mixta del servicio del Agua y Alcantarillado. Los tres grupos de la oposición no se han puesto de acuerdo en el nombramiento del representante, y todo indica que se ha desmadrado el asunto. Sin entrar en el detalle ínfimo, la propuesta más equilibrada es que durante el mandato estén representados los tres grupos, uno cada cierto tiempo; porque, si no, es cuestión de dinero, y supongo que no se van a enfrascar por cuatro euros, pues la discusión resulta kafkiana, que diría mi amigo Jaime Maestro. Obviamente, controlar, fiscalizar y estar atentos a la gestión en el Ciclo Integral del Agua es importante, pero pasamos por alto que sería óptimo estudiar en profundidad si el negocio redondo de la gestión de este Ciclo no sería más conveniente hacerlo público, municipalizarlo, y aquí paz y allá gloria. Ya sé que estamos en momentos duros, donde lo público va a ser, supuestamente, privatizado, por lo que los servicios se deteriorarán y saldremos perdiendo los ciudadanos, claro. No me duelen prendas en decir que en Torrevieja el agua y el alcantarillado funcionan, lo que es un logro. Otra cosa es que los beneficios de esa gestión no se sabe bien dónde van a parar. Estudiar esa cuestión sí sería bueno, creo; lo demás no dejan de ser macanas y juegos florales, que diría el sabio Monipodio.
El segundo trata de que me ha abordado una señora mayor brasileña para quejarse sobre las tremendas colas para la recogida de la tarjeta (algunos confunden tarjeta con carné del PP, qué tontería) para uso del transporte urbano. Si desde un principio no se hubiera permitido la total gratuidad del servicio, estas cosas no ocurrirían. No las colas, sino las quejas a diestro y siniestro. En este caso, lo más correcto sería privatizar el servicio, y quien lo use que lo pague, con las honrosas excepciones que siempre se dan y que vendrían subvencionadas por el Ayuntamiento. Y que conste que esa tasa de 35 euros anuales tampoco cubre el coste del servicio, pero alivia algo las arcas públicas en tiempos tan difíciles de la economía. El bueno de Antonio Boix, delegado de Transporte, se ha encontrado con una herencia que no la quisiera yo ni para el peor adversario.
Y la tercera está directamente relacionada con la supuesta desaparición de la empresa que  modernizó -es un decir- la calle Caballero de Rodas. Sedesa ha desaparecido (habrá sido absorbida por otra) y el personal se ha quedado boquiabierto porque ha dejado otra herencia digna de mención. Yo creo, y perdón por la licencia, que Sedesa (supuestamente relacionada con Gürtel) se encuentra escondida detrás de algún bendito crucifijo.
Y del artículo del vicario de la Parroquia de la Inmaculada sobre las zonas verdes y demás, no voy a comentarlo porque me acabo de enterar de que ha dicho que el autor no es él, es decir, que han suplantado su firma. Ya me extrañaba a mí.

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