A escena nº466

Disculpen mis lectores y lectoras de esta era globalizada, despilfarradora, ¿desideologizada?, idiotizada, inmaculada, comisionista al ciento por ciento, faraónica a más no poder, y, -por simplificar- atascada con la prima de riesgo, que no escriba de la cosa pública en este número, pero es que da la real circunstancia de que cada vez que escribo alguna insignificancia relativa a la política de nuestro municipio, comentario que siempre procuro realizar modestamente, sin sentar cátedra, sin dar lecciones a nadie (¿quién soy yo para eso y para otras cosas, Dios mío?), pues va el edil de turno y me retira no sólo la palabra, que sería lo de menos, sino que incluye hasta el saludo; y que uno sepa, ni lo uno ni lo otro cuesta pecunio alguno; justamente lo contrario del acto maleducado del edil, que sí nos cuesta dinero a todos, y que a veces los impuestos se pagan con menos rabia cuando ves que los que te representan, sean del signo que sean, se ganan el pan como merecen. Digo yo, ¿es que la gestión de cualquier concejal debe ir acompañda siempre de aplausos? ¿Quién diablos les habrá enseñado que las cosas no son así? En fin, que ya no quiero escribir más de rabietas y pataletas de niños maleducados. Pero lamento que estas consideraciones, estas actitudes tan pueriles, tengan un referente claro en mi municipio. Vengo a decir esto porque si escribo del premio Diego Ramírez Pastor (muy bien merecido este año, a mi juicio, y puedo estar equivocado), pues resulta que se monta un cirio; si escribo del galardón otorgado al Ayuntamiento por una Federación provincial de Asociaciones de Padres de Alumnos -o algo así, porque con tanta sigla me pierdo- por no sé qué méritos extraños en relación a los centros educativos, y cuestiono que ese «Lápiz» tendría que haber sido sólo y exclusivamente para los padres y madres de alumnos que siguen llevando a sus hijos a los malditos «barracones» escolares, pues me fusilan y a otra cosa. Ya me gustaría a mí ver que el funcionamiento de todos los Institutos de Torrevieja es verdaderamente inmaculado, y que tienen folios, fotocopiadoras, que están recepcionados por el Ayuntamiento, que tienen calefacción… que no les falta de nada a profesores y alumnos. Pero claro, dices esto y se monta la de Dios es Cristo. Ya escribió Quevedo aquello de «pues es amarga la verdad, quiero echarla de la boca, y si al alma su hiel toca, esconderla es necedad…». Pues eso, que cuando se cuestionan las cosas para tratar de que mejoren, es de estúpidos echarles una manta encima y matar al mensajero, que eso ya está muy visto, coleguis. O si escribes de los premios «Rascasa», «Salmonete» y «Mejor compañero de los medios de comunicación», y te preguntas que qué demonios es eso, quién manipula eso, quién hace de piedras pan sin ser el Dios verdadero…? Pues el CDT que pagamos entre todos, ¿no?. Y ya no quiero escribir de los Hijos Adoptivos que tenemos, ni de los Predilectos, que eso es harina de otro gran costal. Premios, premios, premios… doy por buena la eliminación momentánea del Premio de Poesía, aunque me duela, porque el grupo al que pertenezco pensaba presentar obras para el próximo año. Pero lo que está bien hay que aplaudirlo, y yo lo aplaudo, momentáneamente. Ah, y felicidades a María José y a todo su equipo, por el número 1.000 de Torreguía, por el esfuerzo de su «El Periódico», por su esfuerzo de mantener a su gente en sus puestos de trabajo… y porque se lo merecen, aunque me digan ¿pelota?

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