A escena nº476

En primer lugar, debo pedir disculpas por los múltiples errores ortográficos de la columna de la quincena pasada, circunstancia debida a las prisas, que no son buenas consejeras. Y al hilo de esto digo que la Feria de Sevilla en Torrevieja, comúnmente llamada las «Sevillanas Torrevejenses» fue una fiesta creada por el inolvidable amigo Pepe Silvente, por aquello de animar el cotarro en su pub «Sevilla», allá por los ochenta y pico, si mal no recuerdo. Lo que fuera una fiesta privada con carácter abierto al público en general derivó en una especie de municipalización, sobre todo por aquello de la subvención a fondo perdido por parte del Ayuntamiento. El dinero público colaborador era para hacer frente al gasto del espectáculo. En este sentido, valga el tiempo transcurrido, Torrevieja pudo pasar de ser una ciudad triste, pobre, anacrónica y seguramente tercermundista, a una urbe de magnitudes más que considerables, diversa, multicultural, variopinta, un tanto «insegura», pasando de las sardinas, la sal y la boina a un desarrollismo esperpéntico, poco fiable, y, si me lo permiten mis lectores y lectoras, un tanto desdeñable, aunque suene un poco fuerte la palabreja. Efectivamente, cada época tiene su tiempo marcado a sangre y fuego, por lo que la memoria colectiva (si es que alguien tiene) es buena compañera de viaje para muchas cosas.
Las Sevillanas es un «evento» que está bien, mueve dinero, crea movimiento y seguramente muchas más cosas, y, aunque yo no me veo vestido de cordobés, no soy de los que cuestionan la fiesta. Al contrario: las fiestas son parte de la libertad individual y colectiva. Por eso me parece de perlas que emulemos todo aquello que nos parezca oportuno, y si crea riqueza, mucho mejor, pero sin perder las señas de identidad de este bendito pueblo. Ojalá que esta Feria pase de Interés Turístico Provincial a Regional, y de ahí a Nacional, y aprovechando la coyuntura económica a Europeo, y desde esa plataforma europea a la Global. Y lo mismo digo del Movimiento 15-M, que aquí hubo un buen conato, y en la celebración de su primer aniversario no han aparecido ni los llamados «elegidos». Yo seguro que hubiera ido a arrimar mi pequeño hombro al tajo contra los males del sistema, que no son pocos, oiga. Por los demás, que cada palo aguante su vela.

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