«Losing my Religion»: REM (que quiere decir: «El obispo de Alcalá, ni es hombre, ni es gay, ni es ná»)

Manuel Bueno 
Director de Colesterol Teatro

¿Cuál es la «naturaleza» de las religiones?. Ninguna. Las religiones, los dictados religiosos, efectivamente, son lo más alejado del «hecho natural» (aquello que e bueno para el desarrollo físico, psicológico y espiritual del ser humano) que existe en este planeta de simios . Sumadas todas las víctimas, ocasionadas por el violento número de catástrofes naturales, suponen una cifra tan ridícula frente a todos los cadáveres que las ideologías religiosas (cualquiera) han ido dejando en este frágil, pero atractivo, lugar llamado Tierra, que hay que dar la razón a REM y, por fin, decidirse a «perder» por el camino ese mal rollo (religión), que estos tarados han ido sembrando, y engancharse al sexo.
Los científicos (esa gente que, en distintos momentos de la Historia, fueron perseguidos, ninguneados y, algunos, abrasados en las putas hogueras, en nombre de un dios colérico y cabrón), han llegado a conclusiones en las que se afirman que, tanto el hombre como la mujer, teniendo en cuenta su distribución hormonal, comparten género. Sí, has entendido bien: todos somos hormonalmente bisexuales.
Asimismo, convendrás conmigo en que si la energía sexual es reprimida, es posible que surjan unos nuevos comportamientos anti-natura (suicidios, masacres, pederastia, locura colectiva, anorexias, fobias aleatorias, neurosis, etc), a los que, parece ser, muy pocos analistas sociales vinculan con el hecho de la represión sexual (recomendado por las religiones desde siempre).
El aislamiento provoca estrés? Existen individuos que buscan en los cuarteles (ejército) y en los conventos religiosos remedio a este vacío existencial? Es la ideología cívico-espiritual de estos centros de «adoctrinamiento» la que compacta a estos cuerpos y almas solitarias?. Es cierto que en ambos centros de reclutamiento, las mujeres no son mayoría (por no decir que no son bien recibidas)?. Los hombres que se unen para estas «misiones» nunca lloran juntos?. Pues bien, dentro del contubernio religioso, existen ciertos obispos que ni saben, ni quieren, ni contestan a estas preguntas sencillas que a ti y a mí se nos ocurren, ya ves. Además de ignorantes iracundos (por sus manifestaciones les conocerás, en los telediarios mayormente), su comportamiento «filo-etarra» (como diría algún ppolítico de ocasión) les convierte en miembros éticamente «peligrosos», para esta, nuestra comunidad civil y aconfesionalmente declarada. Solo, la casta religiosa (de cualquier parte del mundo) mantiene esa energía sexual reprimida (para todos), convirtiendo por ello, sus manifestaciones (verbales y públicas) en cosas estúpidamente extrañas, por no decir, jodidaMENTE DESQUICIADAS.
La energía sexual es el centro de toda nuestra actividad vital. El sexo emite unas ondas de libertad en nosotros que nos hace peligrosos y atractivos de ser controlados por los más ávidos de poder. Esto quiere decir, ni más ni menos, que la energía sexual de cada uno del nosotros, debidamente controlada (reprimida por cualquier tipo de ideología) por el poder (en este caso, el religioso), es el activo más valioso con que, los Gobiernos cuentan para organizar los bienes que la naturaleza ha puesto ahí para todos, y que, los que detentan el poder, distribuyen como mejor les conviene.
Existe una manera ladina y sutil, a la vez, de «manipular» los miedos (la mente) del hombre. Solo tienes que enfrentarle consigo mismo para dejarle indefenso. ¿Cómo se encargan los políticos de llevar a cabo esta acción?: sagazmente, mediante la religión y, a veces, sacan los tanques a la calle para justificar tanto derroche, ya se sabe. Efectivamente, la religión y sus normas antinaturales, separa al hombre de la realidad y le sumerge en mundos desconocidos (cielos, infiernos, paraísos) que utiliza para premiar o castigar su comportamiento en su paso por la existencia. El poder político inventó el religioso, y al revés. Ambos juntos, han sido la apisonadora de la individualidad y cordura de todo terrícola que se digne a respirar en «su» hacienda. El líder religioso (que siempre ha sido más ladino que el político; embrutecido, per se) no ha hecho sino enfrentar esa energía vital (sexual), que traemos todos de serie al nacer, contra cada individuo. ¿Cómo?: repartiendo culpa y castigo para el que se atreva a utilizarla indiscriminada y libremente. Las normas religiosas convierten al ser humano en individuos castrados (mentalmente) y sumisos, preparados para la aceptación de cualquier mandato de sus nuevos amos: los políticos y los ideólogos religiosos.
La pretensión de estos dueños de vidas ordinarias, como las nuestras, es la de transformar nuestra energía (sexual) en fuerza productiva (cada vez, a más bajo coste), fuerza de choque (ejército represor, invasor o mantenedor de la paz social) y fuerza intelectual (adoctrinamiento continuado). Para ilustrar estas pretensiones, diremos lo siguiente: tres de los negocios que más dividendos aportan a los ricos y poderosos son la PROSTITUCIÓN (pornografía incluida),el TRÁFICO DE ARMAS Y…. DROGAS. ¿Qué pensar, pues, sobre estos asuntos? Pues que nunca hubo más violencia alrededor del consumo de alcohol, que cuando SE PROHIBIÓ (la ley Seca). Si prohíbes las drogas (el alcohol, lo es) los muertos están hasta en tu portal. Las armas hablan por sí solas. Y si reprimes el sexo, te convertirás en un ser amargado, triste e iracundo, desarrollarás una de esas neurosis que los psiquiatras tratan a millones de personas a diario, o serás el lector más adicto a la revista Play Boy o similar. Las religiones han prohibido el SEXO, de una manera u otra, y con ello han provocado el mayor dolor físico, psicológico y espiritual que el ser humano jamás haya podido padecer y no al revés, como sus representantes han intentado siempre vendernos. ¿Cuántas guerras religiosas han destrozado a millones de seres humanos, a lo largo de los tiempos? Después, ellos (el poder político-religioso), que fueron, son y serán los únicos supervivientes, contarán las cosas como «dios les dio a entender». Y, ya se sabe, dios no «entiende», pues no es gay. O, sí?

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