Cien años de soledad: La vida como novela según Gabriel García Márquez (Premio Nobel 1982)

Es extraño el constatar que los nombres sobreviven hasta a la memoria de quienes los llevaron, y hoy, y a instancias de Henri, un vecino de nacionalidad colombiana, me he visto precisado a revolver algunos párrafos de la obra del latinoamericano que había marcado uno de los periodo de mi vida.
Fue en mi London del W9 cuando me adentré en la obra maestra de Gabriel García Márquez (1927-2014) y quizás de toda la literatura latinoamericana, pues es un relato que, como una tela de araña, describe el quehacer y los desquehaceres de medio continente en lucha por superar su sistema patriarcal de siglos: Yo me perdí repetidamente tratando de seguir el «who is who» dentro del árbol genealógico del protagonista de la novela, el coronel Aureliano Buendía, quien, frente al pelotón de fusilamiento, recordó los cien años de soledad de su generación. «Sí», me confirma mi vecino Henri, se trata de la crisis que creó el monocultivo de la banana en la región de Santa Marta, capital de Magdalena, que al no encontrar salida al mercado, los campesinos se acogieron al narcotráfico, algo así como nuestra política del ladrillo que ha enriquecido a unos pocos, dejando en la calle a toda una generación.
Pero la novela se salva de lo puramente cronológico, ya que el nombre Macondo de la historia no existe más que en el lenguaje criollo de los indios que llaman así al árbol gigantesco de las selvas amazónicas del que fabrican sus canoas para navegar por la infinidad de canales que ellos conocen de memoria. Es, pues, más que un mito, casi un acertijo sobre el sentido de la vida en el que el buen Aureliano, junto con Amarante y Úrsula, se ven condicionados por el tiempo que les tocó vivir aunque les dejara atascados en los años que pasan pues pueden o sumar siglos o dejarnos a la deriva de lo que nos pueda ocurrir.

MI FRASE PREFERIDA DE CIEN AÑOS DE SOLEDAD
El secreto de un buena vejez no es otra cosa que un pacto honrado con la Soledad.

DICHO LATINOAMERICANO
Cada guaraguao tiene su pitirre (cada ave tiene su gorjeo).

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