El toro y la procesión (que dicen que va por dentro)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

Que saquen en procesión a los toros bravos, y que haya corridas multitudinarias en las plazas (de toros, del pueblo, de los cementerios). Esa es mi propuesta, la tradición invertida.
La sangre, el sacrificio, el castigo, la represión, la muerte: son las señas de identidad sobre las que pivotan la moral de cada religión trashumante que nos rodea. El animal (dentro, o fuera de nosotros) debe ser reducido, humillado, y, finalmente, aniquilado: dicen las religiones que predican, todas ellas, la muerte del instinto, de la animalidad, del ser íntimo, en suma que, afortunadamente, poseemos y nos intentan robar a cualquier precio. Objetivo: poder. Su poder sobre nuestros cuerpos (animalidad) y espíritus (energía consciente). Hay que joderse, las religiones predican la muerte del instinto, de la animalidad, o sea, de las facultades con las que más disfrutamos, y, encima, nos montan procesiones, que son muy sosas, repetitivas y solemnemente aburridas.  ¿Hasta cuándo tanto despropósito?
Un ser sin su «fiereza», sin esa herencia genética ancestral, que le mantiene como superviviente en el medio dónde se desarrolla, sería presa fácil para cualquier depredador al acecho. Es por esto que las religiones prefieren a sus seguidores castrados psicológicamente. De esta manera, como a los animales, son más fáciles de adoctrinar y manipular. Una vez convertidos en robots descerebrados y reprogramados a su antojo, se dedicarán a cumplir órdenes antinatura o absurdas. Las religiones son asesinas. Sí, de la inteligencia. Casi siempre son proclives a la sangre, diría yo. O, matan, en nombre de sus dioses. O, te lavan el cerebro, para que te conviertas en un esclavo estúpido, sexual o laboral para sus perversas intenciones.
La religión, mata. No te ayuda a salir adelante como predican sus ideólogos. O, te convierten en un zombi de procesión, (que repite los pasos sacrosantos de ese Gran Hermano, que nadie ve, pero que premia y castiga, como un verdadero cabronazi) o, te manda directamente al tendido 7 de la monumental, entre otras cosas. No siempre (menos mal).  Me explico. La cadena de dolor-sacrificio-muerte, no acaba en el ser humano. Este, siempre lo ha derivado a otros asuntos (mayormente para aliviarse de tanta tontería en su desperdiciada vida). Por ejemplo, al ruedo. Al ruedo del gladiador, en Roma. Al ruedo ibérico del toro bravo, en nuestros días. Pero, no solo al ruedo (que aquí lo nombro porque me jode que se martirice al animal protagonista). Existen muchos tipos de adoctrinados que desplazan su magma reprimida a distintos frentes: unos, forman parte de guerrillas y se convierten en terroristas de sus propios vecinos; otros, se alistan en multinacionales, perfectamente reconocidas por la Ley, que contaminan, desforestan y envenenan nuestro aire y nuestras aguas, en nombre del dios dinero putañero; y hay quienes gobiernan países enteros, en nombre de sus dioses petroleros, cocaleros o balleneros. Y, por último, sin clasificar, están los  asesinos del toro de la Vega, que ganan con diferencia, por su crueldad, inconsciencia y zafiedad al resto.
Sigo ahora, mi caótico speach «tauroprocesional», con lo de las corridas sin éxtasis ni eyaculación: esas, en las que solo hay heridas,  más sangre, infinito sudor y muchas lágrimas. En cada animal agonizante, se muere un poco más el sentido de UNIDAD que todo ser, que nos rodea, aporta a nuestro equilibrio psicoemocional latente en este Universo, que nos tiene acogidos como sagrados participantes de la Existencia. Con esta sinrazón robótica de los acólitos, adoradores de iconos sin vida y sin sustancia procesionaria; con este sacrificio inútil de cualquier bello animal (todos lo somos), RECLAMANDO INCONSCIENTEMENTE LA SANGRE QUE NOS QUITAN ESTAS SANGUIJUELAS RELIGIONICIDAS, nos convertimos en huérfanos errantes de unas vidas dónde, parece ser, nos hiere más la fábula de dos titiriteros teatreros, que un hierro atravesando la piel (hasta su muerte) de un noble animal, o las mentiras de una religión perversa, ladrona y homicida que saca a pasear sus vergüenzas sin pudor ni horror alguno, cada primavera, como si fuera la nueva colección del Corte Inglés de los cojones. Malditos payos!!.
#más sexo #menos procesion #al toro bravo que le dejen libre en el prado.

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