Rebelde hasta el final (II)

…el marido cayó en un remolino, del que salió 4 días después, sin vida: la viuda, entonces, se hizo dueña absoluta de todas las propiedades de aquel infeliz, que la dejó «bien montada en la burra». Como nunca había tenido donde caerse muerta, aquella riolada de dinero, fincas, terrenos, joyas… Todo se le hizo grande y empezó a despilfarrar todo el patrimonio que su esposo llevó de dote, más lo que había ganado especulando con «basuras». Era chatarrero y vendía cuanto de valor encontraba, convirtiéndolo en dinero y luego en comprar posesiones. A cada hijo le dejó 1 casa, un solar, terrenos grandes, varios cobertizos llenos de coches y motos, y a su única hija un joyero lleno de oro de primera calidad y piedras preciosas. En el testamento expuso bien clarito que eso era de los hijos hasta que llegaran a su mayoría de edad, y su mujer no podía  vender nada, sólo administrar y guardar los intereses en el banco, pero el difunto nunca supo con quién se había casado. La muy tuna se «lió» con el notario, abogado, fiscal, juez, etc., hasta que dilapidó todos los bienes de sus hijos y los suyos propios. Cuando el hijo mayor hizo abrir el testamento, se encontró con la merma de todos sus hermanos y los suyos. Armaron tal trifulca, que se dieron una paliza la madre y el hijo, yendo a parar a la cárcel ambos, pero hasta allí la tal Milagritos del demonio la lió parda, saliendo libre del trullo a los pocos meses, pero lisiada, hacia una residencia donde acabó sus días y fechorías, abandonada de todo el mundo y despreciada por los hijos. Al entierro sólo acudió el enterrador.

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