La Iglesia, en guerra civil

Que la Iglesia ha sido tomada por el modernismo masónico es ya incontestable. Francisco ha enviado a Mons. Sergio A. Fenoy, de la Región Pastoral de Buenos Aires, una carta en la que dice:
«El escrito es muy bueno y explicita cabalmente el capítulo VIII de Amoris laetitia. No hay otras interpretaciones», a propósito del desglose del texto pontificio que los obispos argentinos le enviaron. En él, claramente se acepta la comunión eucarística de los divorciados recasados que no optan por vivir sin relaciones sexuales, sino en estado de adulterio.
La hecatombe es notoria. Ya desde el principio del Sínodo de la familia, muchos fuimos alertados cuando Francisco escogió a un cardenal herético, W. Kasper, para su apertura y elogiara su teología que «ha de leerse de rodillas». Con paciencia hemos esperado una aclaración del pontífice sobre la confusa exhortación Amoris L., después de que fuera impugnada por parte del clero y laicado. Puesto que no ha llegado ningún desmentido sobre las citas antimagisteriales que incluía, sino que Francisco ha decidido abrir la puerta al sacrilegio eucarístico, es por lo que deducimos que éste es un falso Papa. Tengamos en cuenta la labor investigadora de Edward Pentin y Austen Ivereigh, dos periodistas católicos confiables, los cuales pusieron al descubierto una trama para colocar a Bergoglio en el papado, con pactos entre cardenales y posteriormente sustentarle con el llamado «Bergoglio Team», un grupo de jerarcas modernistas ávidos de desmontar la doctrina divina legada por Jesucristo.
Es la hora de la verdad, la hora en la que los medios católicos informativos que hasta ahora han tapado las vergüenzas de Bergoglio y sus heterodoxas afirmaciones que salpicaban aquí y allá su pontificado, ocultando a los fieles la realidad de quién es y qué pretende, pongan las cartas boca arriba y ayuden a salvar a las almas que, engañadas, también por su silencio culpable, andan errantes inmersas en el error.
Las profecías se cumplen. El Apocalipsis, Fatima y Akita nos advirtieron de la infiltración maligna en el seno de la Iglesia hasta la apostasía y el cisma. Es hora también de que el trigo y la cizaña se separen, unos en favor de la Palabra inmutable de Dios contenida en los Evangelios; los otros, como seguidores de una doctrina falsaria cuyo destino es la condenación eterna. Concretamente, en este caso de la Comunión, san Pablo nos advirtió que no se puede acceder a ella en estado de pecado mortal, porque entonces el sacramento no salva, sino que condena. Cada católico que elija y que se atenga a las consecuencias.

María Ferraz

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