Albert Camús ya no sería comunista

He estado tres años sin tirar al contenedor azul un suplemento literario en buena parte dedicado a Camús -conmemorando el centenario de su nacimiento-, pensando en que alguna vez me serviría para acercar su obra y su pensamiento a vds., mis queridos lectoras/es. Y hete aquí que mi nieto pequeño la semana pasada me tiró al suelo desde la librería «El Extranjero». Y, como si significara una señal por lo que he estado pensando tanto tiempo, lo he releído ahora ávidamente y he buscado el suplemento que naturalmente no me ha costado trabajo encontrar.
¿Por qué yo, católico y simple aficionado a la lectura, propago el pensamiento y la obra de un escritor-filósofo que no lo era? Porque, según mi criterio, y por sus escritos, vivió su corta y prolífica existencia de creador tratando de encontrar respuestas a tanta muerte y desolación infligidas por el hombre sobre el hombre. Extrañaba el mundo que le tocó vivir -fue determinante el de la Francia ocupada-, por la falta de sentido del comportamiento humano. No comulgaba «per se» de aquella filosofía dominante del Sartre pope, radical y comunista, y, lo más importante para mí, porque decía no creer lo bastante en la razón para apuntarse a nada ni a nadie que le hablara del vuelco gestado por la Historia. Y eso quiere decir mucho. Como se rebelaba contra la injusticia y sabiendo lo difícil y sobrehumano que es luchar contra ello, nos habló de no perder la esperanza. Por eso en su vida no quiso estar lejos de los humillados, ahora se dice marginados, y en su discurso de aceptación del premio Nóbel, tres años antes de matarse en trágico accidente de automóvil, remarcó lo que según él deberían ser las dos responsabilidades del artista comprometido (tomen buena nota): «La negativa a mentir sobre lo que se sabe y la resistencia a la opresión».
De izquierdas y filocomunista, como casi todos aquellos intelectuales contemporáneos suyos, a la muerte de papá Stalin, y enterado del coste de vidas humanas que supuso el triunfo de la gran mentira de la revolución rusa del 17, rechazó rotundamente lo que sus compañeros decían del crimen lógico que conllevaba, ¡oh, paradoja!, la salvación de los hombres.
Pues anda que, si viviera ahora, poco tiempo ha pasado, vería estupefacto cómo unos cuantos muchachos emergen de la Universidad con libros bajo el brazo, y erre que erre, nos quieren redimir de nuevo con el sectarismo viejo y la demagogia mendaz tan rotundamente fracasados.

JortizrochE

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