Las terceras raíces

El gitanillo fue lavado y lo acostó la hermana en el barracón junto con los otros 20 huérfanos, vigilados por sor Caridad. Dejemos a Raimundo en esas benditas manos y remontémonos al 13 de diciembre de 1775, cuando el pequeño tenía ya 4 años. También esa noche era fría y caía una llovizna, tipo agua-nieve, que helaba el aliento, de modo que, cuando la gente hablaba, salia humo de su boca, como si fuese un volcán. Esa anochecida le tocaba el turno de tornera a sor Sagrario, una bizarra moza, hija de la serranía, guapa como ninguna y con un corazón de oro (otras no eran así, sino engendros del demonio). Sonaron 2 sonoros aldabonazos en la puerta, que hicieron dar un respingo a la religiosa en su silla. Se puso a escuchar, pero sólo se oía el resollar de una persona y resoplidos de los ollares de varias caballerías. «¡Ahora sí que estamos perdidas!», pensó, y, rápidamente, se fue a avisar a la madre superiora, que estaba en la capilla rezando antes de ir a acostarse; alarmadas, ambas llamaron al resto de las hermanas y todas en el patio esperaron rezando y arrebujadas unas contra otras por el frío que rielaba desde la vecina cordillera. Los 2 aldabonazos se sucedían cada 5 minutos, hasta que la superiora, acercando su boca al portillo, inquirió: «¿Quién anda ahí y qué queréis de esta bendita institución a estas horas?». Al otro lado, una voz recia de hombre contestó: «¡Soy gente de paz!». «¿Venís solo?» Si, señora; soy tratante de ganado y me acompañan mis bestias». «¿Qué deseais, pues?». «¡Vengo a adoptar un niño. Os ruego me perdonéis por perturbar vuestra paz a horas tan tardías, pero los caminos son muy malos y no conozco la zona!». La puerta se abrió y el hombre fue examinado a la luz de una tea. No me voy a extender en los clásicos acuerdos y conocimiento del adoptante hacia los infantes, que esperaron en fila para que se decidiese por uno. Raimundo, al que su familia había dejado en el torno medio muerto de frío y hambre hacía 4 años, le gustó al caballero. «¿Cuánto tengo que pagar, señora, para llevarme al chico?».

Continuará

Kartaojal

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