«El clítoris» (ese pendejo desconocido)

Manuel Bueno
Director de Colesterol Teatro

El clítoris es el pene de la mujer, solo que más chiquito. Como pequeño (respecto a un iceberg, lo es) y escondido truhán, no para de reclamar atención provinciana sin que consiga apenas salir en los anuncios breves de las páginas perdidas de cualquier revista para chicos. Efectivamente, el clítoris es de provincias. El pene, de la capital. No es que éste sea más importante (solo se lo hace), pero al cabrón se la sopla lo de circular por el centro de Carmena, sean pares o impares sus erecciones en cada paseo genital por la famosa almendra de Madrid. El clítoris coge el bus o el metro, mientras que arde en deseo de que alguien descubra que tiene tanto o más poder que la flauta de Bartolo (marido de Aguirre Malasaña). El clítoris no puede confiar en Bartolo, aunque éste sea de la capital. Su flauta es triste, algo promiscua e indiferente a la señal del Director de orquesta (la Espe), cuando ella le ordena mantener la nota un rato más para que el clítoris se venga arriba, se acompase y ambos juntos descubran el oleaje nocturno de las corcheas en continua fricción con el Sol mayor de la flauta de Bartolo. En fin.
El clítoris es un diamante adormecido, en lo más alto de un túnel animal, vegetal y mineral, que se sostiene sobre dos columnas dóricas y un pubis jónico, a la espera de que Aquiles penetre con su espada, obviando por fin a Paris, y succione esas cálidas y helénicas paredes en busca de tan inquietante esmeralda. Los hombres, sean músicos, héroes o guerrilleros de las FARC, tienen siempre demasiada prisa. Ansia por acabar lo que debiera acercarles a la eternidad. Hambre. Poco arte, ninguna paciencia y escasa destreza. Los hombres llevan a Eros en la cabeza, la mujer en el puto clítoris, al que ellos no saben manejar. El clítoris requiere dedicación. Como la propia vida. La paz interior (y de este mundo también) depende de que atendamos al clítoris cómo se merece. Como a un príncipe del bosque.
O sea, con delicadeza y pasión a la vez, ya sea frotando, amasando o aplicándole la función tornado, que es el top de la aplicación «lingüística-genital 70.0». El 69 quedó atrás, hermano.
Una mujer en éxtasis es un cuerpo astral levitando hacia la inmensidad. Es la plenitud del momento irrepetible de cada latido que nos perdemos cuando, por ignorancia o desidia,  descuidamos ese centro del Universo que, desde la infancia, nos ocultan. El clítoris y la mujer. La sexualidad y el placer. La energía fluyendo sin prejuicios. El sexo, estadísticamente, es la actividad más gratificante para los seres vivos, según se ve además. Pero, no sólo si no hay orgasmos,….. si no hay abrazos, si no hay respeto,  si no hay amistad, creatividad, amor, aventura e inteligencia en nuestras relaciones, no habrá alegría emocional. Pero es tremendamente concluyente que, si la entrepierna se ve desatendida (por torpeza o egoísmo), terminamos siendo terroristas de nuestros propios cuerpos. Los bonobos solucionan sus diferencias practicando sexo, independientemente de si son machos o hembras con quien se aparean. Los bonobos son los primates con más connotaciones humanas que existen, excepto en su técnica de cómo solucionar conflictos. Claro que, ellos no conocen la religión, y eso les da una infinita ventaja frente a nosotros. Los humanos arreglan sus problemas a voces, a golpes, sometiendo al contrario, humillándole, golpeándole y, a veces, se le acuchilla o dispara para quitarle de enmedio definitivamente (la prensa lo edita, las guerras lo confirman, el cine nos lo recuerda, sádicamente, una y otra vez). Padres, hijos, parejas, vecinos, currantes, políticos, curas, ejércitos se ven atrapados en una espiral de desatinos,  que poco tiene que ver con el placer de estar vivos. Hablar del clítoris es una excusa (o, no) para despedir este año recordando que el infierno no está solo ahí fuera; que todos atesoramos la capacidad de elegir; que, dependiendo de tu recorrido existencial, la felicidad aparecerá sutil o huracanadamente; que la manada, mayormente, está errada, alienada, confundida y, partido en dos su corazón, se muestra cruel y esquiva; que volver a encontrarse con uno mismo es lo que nos queda frente a la hipocresía de los mangantes; que la ignorancia y la tecnología no dominen nuestros hábitos; que hablemos; que admiremos a la naturaleza para imitarla en casi todo, esa no engaña; que miremos transparentemente al prójimo; y que cuidemos y acariciemos al clítoris cómo a nosotros mismos. Amén.
Consejo: si te ignoran, tócate y acaba con la sequía de una vez. Firmado: el punto G.

1 comentario

  1. «Una mujer en éxtasis es un cuerpo astral levitando hacia la inmensidad»… Una sublime reflexión. Sin duda el conocimiento masculino del «mecanismo» femenino, aporta una dimensión espiritual en la relación de pareja, añadiendo otro campo siempre positivo, sin duda. Salú2.

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