Trillo y el Perejil

Quería haber comenzado este nuevo año con una novedosa sección de opinión, pero como me he dado cuenta a tiempo de que este 2017 puede superar con mucho en malas noticias al que hemos dejado atrás, pues mantengo mi Aldea en su lugar y revuelvo a otear el horizonte a mi modo y manera, que es como una manera de vivir. O de morir, nunca se sabe. Total, que la ansiedad se ha vuelto a instalar en los chicos y chicas del Partido Popular y en la portavoz de Ciudadanos, y dale que te pego a ver si desbancan al actual equipo de Gobierno. Por su parte, Sueña sigue una línea de discreción y ambigüedad con la aprobación de los próximos Presupuestos. Ya veremos. Así que va Trillo y se lanza del avión, del Yak-42, sin paracaídas, y cree que la Virgen lo ha salvado. Y no se salva de la quema ni haciendo los mejores michirones cartageneros del mundo. Ni perdón, ni hostias, ni copón, ni sufrimiento de los familiares de los militares fallecidos, ni las trampas en la contratación del avión, ni informe del Consejo de Estado. Según el Ministro de Justicia, Catalá, aquí no pasa nada. Según el Mariano, todo está sustanciado. Según el número tres del PP, ¿qué tenemos que hacer con él? ¿Mandarlo a Perejil? Ahí está la clave de todo, antes de que se convoque un Pleno municipal para desposeerlo del título de Hijo Adoptivo de Torrevieja (que no se lo merece ni con michirones), podrían mandarlo a la Isla Perejil para que se relacionara con el marroquí que habita la isla y hablaran de sus cosas, y al mismo tiempo la legión tuviera el honor de dejarle la cabra para que no se aburrieran, ni la cabra ni él, claro. Lo de menos es el marroquí, ya que no entendería siquiera las mentiras compulsivas de Federico.
De aquel vuelo ilegal, con fallecidos por medio, han venido estos lodos. Ojalá que se cierre esta terrible herida. Pero antes, que Federico Trillo haga lo que tenga que hacer y entregue a Torrevieja ese título que no se merece de Hijo Adoptivo. Mucho está tardando el actual alcalde, José Manuel Dolón, en convocar el Pleno. Cuídense, mis fieles lectores.

Óscar A. Claramunt

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