Lo cotidiano. Un hospital, una película

Se ha celebrado este domingo el día anual de la Iglesia Diocesana con la respuesta generosa de siempre para las muchas necesidades que tiene. Además de la labor asistencial, hay que sufragar sus cuantiosos gastos de mantenimiento. En nuestra parroquia se puede contemplar. Tapar goteras cuando los techos se caen, reparar escaleras de campanario, adecentar patios…
Hoy empiezo a ensuciar la blanca cuartilla convaleciente de una infección respiratoria aguda, diagnóstico principal del cuadro médico de los servicios de urgencia de nuestro Hospital, al que llamo «cariñosamente» hospital de campaña, pero sin heridas de guerra. Por cierto, Hospital que le debemos los torrevejenses a un alcalde, y aunque seré «anatematizado» por decirlo, que debió ser indultado aunque sólo fuera por ello. He tenido ocasión de enterarme de que han sido atendidas este pasado mes de octubre unas 5.200 personas. No veo cómo hubieran podido derivarse al de la Vega Baja. Gestión pública o privada, los dos trabajan eficazmente en este estado de bienestar que ya quisieran otros países de nuestro entorno. España lidera con Japón la ratio mundial de longevidad y no se explican por tanto las críticas machaconas de quienes se autoproclaman, siempre, más progresistas que nadie.
El sábado tuve interés de ver «La vida de Pi» porque hace tiempo la vi a trozos, pero coincidía con el España-Costa Rica. Dado que el memorable primer tiempo de nuestra selección dejó sentenciada la cosa, me «pasé» a la película. Por cierto, que si el imponente Junqueras lo presenció, el partido, quedaría prendado, emocionado y hasta lloroso de ver la camiseta roja con esa rayita horrorosa e insignificante de color ¡«azul petróleo»!, enmascarando el tono morado que fue de la bandera republicana española y que afortunadamente no ha creado la polémica que se esperaba. ¡Azul petróleo, vaya! Diseño seguro de un cabeza gris. I+D+i puro.
Pero hablemos, por último, de Pi, niño hindú de mente prodigiosa, mofado por sus compañeros de clase, al que le decían Pis. Ante sus reiteradas demostraciones matemáticas en la pizarra, que dejaban absortos a sus compañeros, éstos al final se rindieron, lo admiraban, y pasó de ser llamado Pis… a Pi. (3’1416) n. (Y, otra vez, sr. Junqueras: la India, riquísima colonia inglesa, sí tuvo en su momento, como tal colonia, su independencia de verdad y no como la suya, de mentira infame, que tanto daño nos está haciendo a todos los españoles, también con la Cataluña que es nuestra y a mucha honra).
Subyugaban las escenas de las clases en aquellas escuelas por su rigor en la enseñanza, premonitorias de lo que ahora es la India, potencia de primer orden en tecnología punta. Pero, para mí, lo más admirable que se nos muestra es que ese niño superdotado tuvo tiempo también de razonar a la búsqueda del Dios trascendente. Búsqueda necesitada por el hombre desde tiempo inmemorial. Buscó entre muchos dioses del Oriente (son budistas), dio con su frente en el suelo orando junto a musulmanes, pero se extasiaba ante la imagen de Cristo en la Cruz, que terminó por ganar cuando el cristianismo le explicó que era el Enmanuel con nosotros, Hijo de Dios e Hijo de Mujer, en el misterio más grandioso de nuestro Credo. Se asombró de su Pasión y Muerte por nuestra salvación y por mandato divino. Adolescente ya, y en una de las apasionantes conversaciones con su padre alrededor de la mesa de comer, expresó su deseo de ser bautizado. Después, la narración majestuosa del cuento mágico de su epopeya particular, un naufragio y un solo superviviente que fue él, te deja estremecido ante tanta grandeza. Admirable película.

JortizrochE

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