Pues comienza bien el 2018…

Uno, desde su inocencia ultramontana y arcaica, otea el horizonte local y, a simple vista, da la ligera sensación de que este nuevo año 2018, a pesar de que se aprobaran los anhelados presupuestos municipales, desde el consenso, la sensatez y la responsabilidad política, va a venir cargado de zambombazos a diestro y siniestro contra el actual equipo de Gobierno, algo que, por otra parte, es normal en el a veces fastidioso juego de la política. Es obvio que hay muchos temas pendientes de gestionar, y no seré yo quien los enumere, y algo de cansancio mental en los gobernantes, y la oposición mayoritaria a verlas venir. En fin, que la fiesta ha comenzado con duras críticas desde el colectivo de vendedores del Paseo de la Libertad al alcalde y al concejal Soler por haber manifestado que hay que reformar el paseo y que probablemente los «comerciantes» irían fuera de allí, es decir, desplazados a otra ubicación. Yo pienso, modestamente, que el proyecto es ambicioso, un proyecto que debe integrar toda esa zona con la ciudad y, al mismo tiempo, no dejar abandonados a los propietarios de los puestos. Lo lógico es que el argumentario de ese proyecto tenga que ser diseñado por profesionales y orquestado por el equipo de Gobierno, es decir, con la idea objetiva que tienen de ese futuro paseo, y no estaría de más contar o mostrar con los «jipis», que, dicho sea de paso, habría mucha tela que cortar de los productos que se venden. Hay para todos los gustos y para todas las opiniones. Hay que saber muy bien lo que se quiere hacer con el paseo: ¿una «innovadora» ventana turística al mar? ¿Un diseño modernizador y revitalizador de esa zona tan privilegiada de la ciudad? ¿Integrar todos sus elementos en un todo armónico, coherente y estético? Ya veremos cómo se presenta todo esto, pero, insisto, parece que cada pasito que se da para intentar mejorar la ciudad es cuestionado por todas las bandas, es como si el alcalde no tuviera quién le escribiera, parafraseando la novela del escritor García Márquez. Pero, en fin, no todo tiene que ser palmas y flores (para esto también está su momento y lugar). Ser crítico es sano para la democracia, pero hay que hacerlo con sentido y conocimiento de lo que se está cuestionando. Es evidente que el actual paseo ha de mejorar y mucho, mucho, mucho, precisamente porque es una estampa privilegiada de nuestra ciudad, y hay que poner un especial énfasis en que el proyecto -a ser posible, consensuado, dialogado con las partes afectadas- salga adelante con todos sus parabienes. Vamos a intentarlo entre todos, porque forma parte del futuro de nuestra ciudad. Y es una oportunidad histórica.

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