Recuerdos de mi infancia

Casi todas las mañanas, mi hijo, mi nieta de seis meses y yo salimos a realizar un paseo por la ciudad de una hora aproximadamente, pues él trabaja por las tardes y yo estoy jubilado. Cada día vamos a una parte distinta y, el otro día, fuimos a ver el monumento a los trabajadores de las salinas y la antigua estación de ferrocarril. Al ver ésta, los recuerdos vinieron a mi mente y me entristecí e incluso me emocioné, pues mi padre era ferroviario, con la categoría de Factor de Circulación, siendo su misión el dar un día de descanso a los jefes de las estaciones, en aquellos tiempos, Rojales – Benijófar, Almoradi – Dolores, Albatera y Torrevieja, descansando él al final de la semana.
Cuando a mi padre le correspondía dar el descanso a D. Pascual Ortiz, jefe de la estación de Torrevieja, solía llevarnos a mi hermano y a mí a la estación, donde conocíamos, prácticamente, a todos los empleados: Pedro Jorques, factor de la estación en sus oficinas, Jara, factor del servicio de transportes, Tomás Martínez, jefe de recorrido, y a los distintos guarda agujas y mozos de estación que prestaban sus servicios en la misma, así como a algunos interventores que venían en los trenes que llegaban o partían desde Torrevieja, como el señor Abril, y alguno más.
Estuvimos dando la vuelta al edificio, y yo le iba explicando a mi hijo las vivencias de aquellos tiempos, la puerta de paquetería, donde se guardaban los pequeños envíos de poco peso, la puerta de la habitación de faroles, los cuales eran de aceite y, algunos giratorios, con cristales de distintos colores para hacer las señales del tráfico ferroviario, la puerta de la oficina principal, donde estaba la expedición de billetes, los libros de registros y contabilidad y algo que, para mí, era lo más importante y curioso, “el telégrafo de comunicaciones”, pues me encantaba ver a mi padre manejarlo con aquella habilidad, y yo me entretenía viendo la rueda en la que recogía la cinta de papel con sus puntos y rayas (Morse), pues, antes de dar la salida a un tren, había que preguntar a la siguiente estación si la vía estaba libre. Cuando ésta confirmaba por el mismo medio que sí estaba, se le daba salida al tren y el factor tenía que esperar a que dicha estación le confirmase la llegada a ella del tren en cuestión y, así, de una estación a otra.
Después de esta habitación, estaba el hall de viajeros y la oficina de facturación de paquetería pequeña y la pesada, y el resto de puertas y ventanas correspondían a la vivienda del jefe de estación. Cuántas tardes íbamos el señor Ortiz, mi padre y yo a pescar con caña en el nuevo puerto en construcción y recuerdo las bromas que me gastaban.
El tren era nuestro medio de transporte familiar, ya que lo teníamos gratuito. Recuerdo cuando íbamos a Alicante a ver a nuestra familia y tardábamos cuatro horas, pues, en Al batera, teníamos que esperar al que venía de Murcia para poder seguir el viaje en el mismo, ya que el de Torrevieja solamente llegaba hasta dicha estación. Posteriormente, venía otro tren desde la estación de Alicante que esperaba en Albatera a los viajeros que venían en el tren de Granada – Alicante, llegando a Torrevieja a las doce de la noche y al que se le llamaba “el granadino”. Este tren volvía a salir para Alicante a las seis de la mañana.
También existía la circulación de trenes de mercancías, especialmente los que venían a cargar sal. Estos trenes se acoplaban a un muelle, donde la sal era traída en pequeñas vagonetas tiradas por dos bueyes o grandes caballos percherones, y se iban cargando los grandes vagones del mercancías.
Había un apeadero en la carretera de Los Montesinos, donde paraba el tren escasos minutos para recoger o dejar viajeros. Solamente había un empleado, que era el encargado del paso a nivel de la mencionada carretera.
De todo esto, es una lástima, pero no queda nada para el recuerdo, ni el telégrafo, ni los faroles, ni los banderines de señales, ni la campana de avisar la salida del tren. Solamente ha quedado el edificio de la estación, las letrinas, la nave de recorrido y el almacén de descargas de mercancías, los cuales actualmente son utilizados por el Excmo. Ayuntamiento de Torrevieja para exposiciones de arte u otros menesteres.
A finales del verano de 1969, quedó cerrada la línea hasta Albatera y, por lo tanto, todas las estaciones existentes intermedias que, actualmente, están completamente destrozadas y apenas existen.
Al cerrar estas estaciones, despidieron a todo el personal sobrante o lo prejubilaron. A mi padre le dieron las de Callosa, Beniel, Crevillente y Albatera y, como ya no tenía medio de transporte desde Torrevieja, utilizaba el propio, que era una Vespa de 125 c/c. con la cual yo le llevaba, con catorce años, a las cuatro de la mañana a la estación donde tenía que prestar su servicio. Recuerdo a mi madre que, para que no pasara frío, me envolvía el pecho con papel de periódicos, porque decía que estos me protegían del aire y dicho frío. Cuando volvía solo, tenía que tener mucho cuidado para que no me parase la Guardia Civil, pues yo era muy joven para tener el carnet de conducir.
Al poco tiempo, llegó un día mi padre y nos reunió a mi madre, mi hermano y a mí, comunicándonos la noticia de que la superioridad le había ofrecido la Jefatura de las estaciones de Aranjuez o Barcelona, la que él eligiera. Esto fue un trauma para mi hermano y para mí, representaba dejar a los amigos, compañeros de colegio, a los vecinos y Torrevieja, adonde dijo mi padre que vendríamos de vacaciones y, para no preocuparnos más, nos dijo que teníamos un mes para pensarlo, aunque él ya lo tenía decidido, pues pensaba que en ambas ciudades, mi hermano y yo tendríamos más oportunidades para estudiar y salir adelante. A los pocos días, lo llamaron a Valencia, para realizarle el control médico y, a su vuelta, vino entristecido, pues le habían dado la inutilidad por la vista, ya que se la había quemado con las luces de los quinqués de aceite, pues, entonces, en las estaciones que había estado, no existía luz eléctrica, y ésta fue la causa de que, definitivamente, nos quedáramos en Torrevieja, para siempre.
Esto es un recuerdo en honor a mis padres, que nos quisieron y respetaron siempre.

Carlos García

1 comentario

  1. Excelente historia Carlos García, cargada de nostalgia para un colectivo, el ferroviario, que lleva en la sangre el ferrocarril, y debes estar muy orgulloso de ese padre que seguro dió muchísimo por aquel ferrocarril y que fueron los precursores de lo que hoy marca la tendencia del nuevo transporte ferroviario.

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