La Mano Negra (7)

El huevo de mármol. «Tienes que llegar a la paloma muerta, que soy yo, que ya estaré convertido en hormiga; la abres y encontrarás un gran huevo de mármol, que te echarás al bolsillo y esta noche te explico los planes que tengo para ti, con el fin de que vuelvas con tus padres». La Princesa no pudo reprimirse y le dio un beso en la mejilla, mientras el gigante estaba metiendo en el zurrón la liebre y la paloma. «¡Bendito seas, Juanillo, si logras esa gran felicidad para mí! Has de saber que mi padre, el Rey, me dará por esposa al hombre que me libre del monstruo y me lleve a su palacio». «Eso no me importa; en este momento tengo mucho que pensar. Hasta la noche». Desapareció con gran asombro del ogro, que nada sabía de todo aquello. Llegó la hora, como la noche anterior, y le preguntó Juanillo a Amorosa si, aparte de la caza, tenía alguna otra ilusión. «¡Sí, le encanta sentarse al sol y que yo, con la lendrera, le despioje y le dé masaje en el cuero cabelludo!». «Mañana lo vas a llevar a la puerta del cobertizo que hay frente al avellano en que me posaré, y tú procede dándole gusto a él». Así lo hizo la Princesa y, cuando el ogro tenía los ojos cerrados del gustito que le daba ser despiojado, arrascado y masajeado, Juanillo, desde el árbol, se convirtió en hombre, tirándole el huevo de mármol, con tal fuerza y maestría que le partió la cabeza por la mitad, cayendo muerto al suelo. Recogió Amorosa varias cosas por consejo de Juanillo, como agua, comida y alguna capa con que abrigarse, ya que pasarían frío por el camino. Al amanecer del día siguiente, antes de salir del castillo, libertaron a mucha gente que el gigante tenía en las mazmorras…

Continuará

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*