La Mano Negra (10)

Sueños cumplidos

El Rey había mandado que a cada km del palacio se apostaran varios hombres para anunciar la llegada de los viajeros. Al fin, transmitidos de un puesto a otro, llegó la noticia tan deseada. Cuando llegó la comitiva que Juanillo había contratado y, tras ella, una lujosa carroza, seguida de otras 6 que hacían de escolta. El cuerpo de Guardia formó una fila a cada lado de la avenida de grava, desde las puertas de entrada hasta la escalinata del castillo, adornada con alfombras rojas y los pasamanos de oro macizo. El Rey ordenó: «¡Guardia, rindan honores al principe Juanillo. Plebe, arrodillaos y rendid pleitesía al que pronto será vuestro rey!». Así fue como llegó Juanillo con sus padres, celebrándose las sonadas bodas, bendecidas por el arzobispo y con miles de personas de todo el reino. Fue el mismo rey el que coronó a su yerno y a su hija. Él pasó a llamarse el Rey Juanillo I el Valiente y la reina como Amorosa y Afortunada. A lo largo de los años tuvieron 4 hijos, dos varones y dos princesitas, que eran el ojito derecho de sus 4 abuelos. Lo que le agradaba mucho a Juanillo era que su padre había sido operado de cataratas y ahora lo veía todo nítidamente. Fueron la Familia Real más feliz del mundo, tanto que una noche, mientras dormían, se le apareció la Mano Negra al pescador: «¿Viste cómo cumplí mi promesa? Estoy muy satisfecha y ya me voy. ¡Adiós, viejo pescador!». «¡Adiós, Mano Negra! ¡Bendita seas!».
Aquí se acabó el cuento de pan y pimiento y rábano tuerto y unos granillos de sal, y ya no lo digo más.

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