No deberemos acomplejarnos ante el malaje que se le supone a un bisiesto… porque pienso que todos los años empiezan lo mismo para terminar igual, los bisiestos y los tres que los anteceden y suceden en la cadena del tiempo. Vivimos en estos momentos prácticamente a caballo entre dos y nuestra mente la notamos enredada entre la nostalgia y placidez de la ensoñación -de la nuestra- y la algarabía de los jóvenes que de manera vital celebran el momento mágico que creen perdurable. Y por todos, mayores y jóvenes, lleno de buenos propósitos, para la consecución de… ¿qué? ¿De la felicidad? Los propósitos, ¡ay!, son buenos, pero habrá que ponerlos en obra para que den rento, aunque sea desprendiéndonos de los apegos que nos anquilosan… ¿Nos conformaremos con la ausencia de conflictos pactando renuncias para no ver la injusticia con mayúscula? Que me dejen en paz y cada cual con su problema. Ahí es nada, y no hagamos ingeniería social como ahora se dice, que hay que ver las palabras y conceptos nuevos que nos están amontonando.
No, no ha terminado muy bien el año. Demasiadas muertes y demasiados oscuros presagios. Todo está lleno de violencia e incertidumbre de la que no se salva ni la tierra que nos sustenta… Dejo el paseo tranquilo de la tarde, de esta tranquila ciudad de provincias, pero que no está sola, claro, en el concierto de las naciones, me asomo a la ventana de la tele y del mundo y… ¡zas! Menos de tres mil muertos en carretera… Suben el gas, y la electricidad, y las pensiones… Me froto los ojos y, sí, dice la cosa que las pensiones también… Dos noticias buenas y dos malas, así que hemos empatado y tan contento… porque mi poder adquisitivo se queda como estaba aunque cada vez haya menos inmobiliarias, menos construcción y más paro. Subirán las hipotecas, el IPC y el paro. Tendremos por fin desalinizadora, jo, pero más paro… Más cayucos, más y más gente a la que por humanidad deberemos atender… pero más paro. Y así podríamos seguir.
En el aspecto sociopolítico, reseño la fotografía que presentaba este domingo la plaza de Colón de la capital de España en valeroso testimonio de lo que significa la familia para la sociedad. La nombro así, sin adjetivos, dada su singular importancia, aunque debamos enorgullecernos los cristianos de haber sido los inspiradores del acontecimiento. Y porque se le ataca sin compasión desde todos los frentes. Hipocresía con mayúscula se llama la política que suprime el cachete a los niños pero que mantiene en nuestro país un supuesto de despenalización para casos de aborto que es un coladero para el aborto libre, por no llamarlo por su nombre verdadero…
«Levántate, coge al niño y a su madre y vuélvete a Israel; ya han muerto los que atentaban contra la vida del niño». Del Evangelio de Mateo 2, leído esta semana.
Oiga, ¿pero es que hay alguien por ahí, hoy, atentando sin escrúpulos, enriqueciéndose, contra la vida de los niños? ¿De verdad?
JortizrochE
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