Desde el Campanario, nº346

Habitualmente, vemos y oímos en los medios audiovisuales cómo los periodistas que se inclinan hacia una opción política u otra se manifiestan libremente, defendiendo aquellas ideas o posiciones que adoptan ante las decisiones de políticos y oposición. Unos defienden unas posturas y otros las contrarias, sin que por ello nadie eche las campanas al vuelo enzarzándose, a veces, en unas discusiones infantiles y sin sentido.
También podemos ver cómo muchos políticos desprestigian las posiciones y acciones de los contrarios libremente, incluso llegando a la descalificación de las personas, y nadie dice nada ni se escandaliza por ello.
La Liga Árabe se ha pronunciado libremente indicando a sus seguidores que no voten al PP y sí lo hagan al PSOE, y nadie ha dicho nada ni ha protestado sobre el particular, incluso después de haber nombrado concretamente a un partido y a otro.
Basta que la Iglesia, a través de su Conferencia Episcopal, se haya pronunciado libremente sobre lo que los cristianos debemos sopesar a la hora de nuestras inclinaciones políticas, sin nombrar a ninguna formación en concreto, para que haya estallado el partido en el Gobierno despotricando contra la Iglesia e incluso anunciando amenazas hacia la misma si ganan las elecciones. ¿Es que se sienten aludidos?
Todo esto nos da qué pensar, pues nos podemos preguntar: ¿es que el derecho de expresión se les atribuye a unos sí y a otros no? ¿Quién atribuye esos derechos? ¿Es que, mientras estés callado y no te rebeles contra aquello que va contra tus principios y creencias eres bueno, y si no, no lo eres? ¿Es que no se puede opinar lo contrario de lo que tú opinas? ¿Es que estamos en Cuba o Venezuela? ¿Es que unos están en una democracia y los otros no? Está visto que no; solamente la Iglesia, según el partido político en el poder, debe dedicarse a rezar hacer buenas obras y no meterse en aquello que a mí no me interesa.
Quién así piense está totalmente equivocado, pues la Iglesia no se va a callar y se pronunciará siempre sobre aquello que va contra la dignidad de la persona, sus derechos, sus creencias y libertades.
Todo esto no nos muestra más que la falta de inteligencia de algunos políticos, su incapacidad para pensar y obrar en beneficio de toda una sociedad y seguir parcheando con privilegios a minorías a los que mal llaman progresismo. Yo me pregunto: ¿no saben cuál es la familia tradicional y tienen que preguntarlo? ¿No saben que ésta es la que genera vida y es la célula madre de la sociedad y que otros modelos de familia no la generan y van contra naturaleza? ¿Es que quieren acabar con la misma? Yo creo que debemos contestarnos a estas preguntas y saber que, cada año, se les impide vivir a más de 100.000 niños quitándoles la vida antes de nacer ¿Es eso progresismo? ¿En qué progresamos llamándole erróneamente «matrimonio» a lo que no lo es? Yo creo que no progresamos en nada, sino todo lo contrario. Si el gobierno actual dijera que los 8 millones de personas en umbral de pobreza se han reducido a 4, empezaría a ver un progreso real, pues hasta la fecha no estoy viendo ninguno.

Carlos García

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