Desde el campanario nº359

Hace unos días, tuve la oportunidad de acceder a una charla del grupo «Provida», el cual estaba representado por tres de sus miembros: una doctora (Matrícula de Honor en Medicina y Farmacología), un Catedrático en Medicina y otro en Derecho Civil. Ellos, apoyándose en la proyección de un vídeo, nos explicaban, y podíamos apreciar en el mismo cómo el feto de pocas semanas (persona humana con todos sus derechos) huía horrorizado ante el instrumento que penetraba en la placenta de su madre (la que había decidido su muerte) y se escondía en todos los rincones para evitar dicho instrumento ante el pánico visible que le embargaba, que, al final, daba con él, lo destrozaba y acababa con su vida lamentablemente.
Yo desearía que todos aquellos políticos y personas que defienden el aborto y, hasta incluso, quieren aumentar el plazo en semanas para la destrucción de un ser humano, viesen este video y comprobasen que dicha destrucción, que ellos llaman progresismo, es un progresismo de muerte, horror, desolación y desesperanza y no de vida.
A esto le unimos el maltrato que muchos niños reciben físicamente, pues vemos en los medios de comunicación cómo pequeños de pocos meses entran en los servicios de urgencias con quemaduras de cigarrillos, costillas rotas, hematomas y signos de la violencia que sobre ellos se ejerce, incluso, algunos, son agredidos sexualmente, como ocurre en algunos de los países asiáticos, que son vendidos y explotados sexualmente en su corta edad y son el atractivo deseado por algunos turistas que visitan periódicamente estos lugares para disfrute de los pedófilos y pederastas. Esta pasada semana han sido detenidos un médico pediatra, junto con otras personas, que comerciaban con fotografías de niños desnudos a través de Internet. Lo peor es que esto se está haciendo una práctica lucrativa para algunas personas.
Si pensamos que una parte de nuestra sociedad actual no solamente pasa de largo ante todo esto, sino que incluso está de acuerdo, pues nos encontramos en que, cada día que pasa, la vida tiene menor sentido, y de ahí vienen los asesinatos, los suicidios, los más de 100.000 abortos anules y la violencia, pues, si yo no consigo esto o aquello, me da todo igual.
Todo esto me ha venido a colación cuando escuché el Evangelio del sábado, en el que Jesús recrimina a sus discípulos porque no dejan que los niños se acerquen a Él para que no lo molestaran; en cambio, Él los recibe, los abraza e incluso nos indica que: «Dejad que los niños se acerquen a mí. A aquel que no sea como un niño, le será difícil entrar en el Reino de los Cielos». También, en otra parte de los Evangelios, nos indica que: «¡Ay de aquel que escandalice a un niño, más le valdría no haber nacido!».

Carlos García

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