Miguel Seva
Concejal del Grupo Municipal Socialista
En el pleno celebrado el pasado viernes, se votó una moción presentada por Domingo Soler sobre la financiación territorial. Quiere el PP reclamar más dinero al Gobierno de la nación, y que el INE reconozca el número real de ciudadanos censados.
Podría dar diversas razones para el voto en contra que emitió el Grupo Municipal Socialista, pero no es de eso de lo que pretendo hablar, sino de las reflexiones a las que me ha llevado la lectura de ese punto, sobre el desmedido crecimiento de Torrevieja, que en menos de una década ha crecido en más de 60.000 habitantes.
El grupo de Gobierno, y sobre todo el alcalde, Pedro Ángel Hernández Mateo, se viene vanagloriando de ese espectacular crecimiento. Torrevieja ha crecido mucho desde 1999: de los 40.000 habitantes de 1999 se ha pasado en la actualidad a 103.425, según las últimas cifras que da el departamento municipal de Estadística.
Para el alcalde, eso ha sido un logro. Asegura a todo el que le quiere oír que, bajo su mandato, Torrevieja se ha convertido en una gran ciudad. Pero no, señor alcalde. Torrevieja se ha convertido en una ciudad grande, que no es lo mismo.
Porque nadie puede negar que sea grande: se extiende, con miles de casas, hasta los límites mismos del Parque Natural, presionando ese entorno natural de una forma desmedida. Se extiende en altura en muchos puntos de la ciudad, donde han emergido edificios de muchos pisos -como en Nueva Torrevieja o la Playa de los Locos- como malas hierbas en un prado.
Ha crecido mucho Torrevieja, es cierto, ha crecido desordenada y feamente, sin una unidad arquitectónica que haga agradable a la vista el paseo por sus calles. Y lo ha hecho al amparo de cerca de cien modificaciones puntuales del PGOU, en lugar de hacer uno nuevo, que hubiera permitido un crecimiento más armónico, ordenado y estético de nuestra ciudad.
Y lo que es más grave, ha crecido desacompasadamente, porque a los miles de casas no se han correspondido nunca las infraestructuras.
Si Torrevieja fuese una gran ciudad, no existirían cuatro colegios de barracones. Si fuese una gran ciudad, contaría con todos los servicios sanitarios suficientes, y no se verían obligadas, por ejemplo, las mujeres de esta ciudad a tener que ir a Orihuela para hacerse una mamografía. Si Torrevieja fuese una gran ciudad, tendría un transporte público rápido y eficaz, y no unas líneas que está muy bien que sean gratuitas, pero que hacen unos recorridos interminables, y que, cuando llega el verano, hace que los viajeros se hacinen en los autobuses.
Una gran ciudad es una ciudad con servicios eficaces para sus ciudadanos, con una buena sanidad, con un buen transporte, con una buena enseñanza, con una limpieza perfecta, no sólo en el centro, sino en todas sus calles.
Una gran ciudad tiene espacios verdes de verdad, y no cuatro plazas mal cuidadas con profusión de cemento y cuatro arbolitos en macetones.
Podría estarme horas enumerando todas las cosas que tiene una gran ciudad, no una ciudad grande, destartalada en muchas zonas, sucia en la mayoría de sus barrios, descuidada y con unos servicios bastante deficientes.
Esto de vanagloriarse de lo grande que se ha hecho Torrevieja me recuerda un par de refranes, como por ejemplo aquel del «burro grande, ande o no ande». Esperemos que este alcalde, que cifra la virtud de la ciudad en que crezca mucho, deje de serlo pronto, para que Torrevieja deje de crecer desaforadamente y crezca en calidad y servicios, para ser entonces, la gran ciudad que todos deseamos y no una ciudad grande… como el burro del refrán, «ande o no ande», porque no hay mal que cien años dure… ¡ni cuerpo que lo resista!
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