La imagen de Torrevieja

Miguel Ángel Hernández Espinosa
Representante Grupo Municipal Los Verdes en la Junta Rectora
del Instituto Municipal «Joaquin Chapaprieta» de Torrevieja

Hace unos años, uno de los más importantes analistas del discurso mediático ofreció una conferencia en la Universidad de Murcia. El profesor en cuestión era Van Dijk, y el contexto eran unas jornadas sobre Periodismo. Entonces no presté demasiada atención a una de esas frases que sirven para poner el broche final a una buena intervención y que desgranó sílaba a sílaba, con voz cadenciosa: «La mayor parte de nuestro conocimiento y nuestras creencias sobre el mundo  provienen de las informaciones que leemos o escuchamos a diario». Años después, me encuentro enfrascado en mi tesis, y lo que nunca imaginé es que ese mismo tema me seguiría hasta el día de hoy como un perro abandonado junto a un área de servicio. Los medios de comunicación proyectan una imagen, y desgraciadamente la gente no va por ahí informándose para saber si se trata de clichés; de imágenes estereotipadas. Así que llevo una semana dando vueltas al tema de mi tesis, y también a Torrevieja, porque al fin y al cabo es donde vivo. Un buen ejercicio para conocer cómo percibe la gente la ciudad de Torrevieja es vivir una temporada fuera. Yo he estado casi siete años alejado y he escuchado varios argumentos que se repiten: aunque parezca increíble, el programa «Un, dos, tres» ha pesado como una losa, ya que la idea que exportaba era sobre un sitio barato, donde los pisos casi se regalaban, una especie de ciudad «kleenex». También se suele asociar nuestra ciudad a un sitio de «marcha» y excesos nocturnos, aunque si hay algo que ha hecho daño a nuestra imagen ha sido el crimen organizado. El otro modo de averiguarlo es hacer un seguimiento de la prensa, es lo que se llama «análisis del discurso», que resulta mucho más científico que escuchar a la gente. Todos sabemos que las noticias negativas tienen más valor informativo que las positivas y muchas veces he tenido que decir a mis amigos de fuera que vivir en Torrevieja no es como estar en un episodio de «Sin tetas no hay paraíso» (aunque también he de reconocer que he optado por no ir a la zona de los pubs debido a las peleas). Cada vez que Torrevieja aparece en la prensa puede ir acompañada de un contenido negativo o positivo, así que cada uno de nosotros va llenando sus ficheros personales de la memoria hasta tener una idea particular del tema en cuestión. Pero, a veces, en un intento de cuidar la imagen se produce un efecto bumerán. Hace poco conocíamos la decisión de la empresa «Parques Reunidos» de no permitir que se celebre el festival Marearock junto a sus instalaciones del parque acuático por la «mala imagen que supone». Aquí lo importante no es si el estilo musical es del agrado de los bañistas o de su director. Debemos reconocer que se trata de un acontecimiento cultural y el hecho de respaldarlo puede ser algo muy positivo, aunque los asistentes no estén entre el «público objetivo» que acudiría un domingo a darse allí un chapuzón. Cuando desde la Concejalía de Cultura no se ha tratado de solucionar el problema facilitando un espacio, esto hace que lo que podría haberse transformado en noticia positiva por parte del Ayuntamiento genere una doble información negativa que se traduce como: «nosotros no apoyamos ese tipo de cultura». Habría que recordar a algunas personas que determinados festivales (FIB en Benicasim, Mediatic en La Nucia o Womad en Cáceres) han hecho que ciudades españolas sean conocidas en toda Europa y cada año se desplacen miles de personas creando una infraestructura exclusiva, y, lo que es más importante, se las asocie con el apoyo a la cultura musical. También desde la Concejalía de Cultura se ha tratado de mejorar la imagen de nuestra ciudad mediante la creación de un premio de novela. El problema es que lo que podía situarnos dentro del panorama cultural de las letras se ha vuelto contra nuestra ciudad debido a la cantidad desorbitada que suponen los más de seiscientos mil euros a los que asciende dicho afamado premio. La duda que tengo es si ahora que llegan las «vacas flacas» estaremos dispuestos a sacrificar el resto de la cultura por alimentar la imagen de ciudad literaria con premio desmesurado.

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