Más gloria y más toros

El fin de semana que pasó, un chaval de 22 años tuvo la osadía de eclipsar el congreso a la «búlgara» del PSOE, con giro a la izquierda incluido, los congresos de Cataluña y Palma del PP, con chapuzas de última hora, y hasta la moción de censura de Laporta.
Allí, sobre la pista de hierba del mítico Wimbledon, nos tuvo pegados al televisor toda la tarde, desde las 15:30 a las 22:30 h. de la noche. La verdad es que se interrumpió dos veces por el agua, pero, a esa hora, 8.000.000 de telespectadores veían atónitos cómo, una semana justa más tarde, se rompía otro maleficio, cuando Rafa Nadal levantaba la Copa de Oro, después de que 42 años antes lo hiciera Manuel Santana; y después de que, a esa misma hora, siete días antes, Casillas alzara la Copa de Europa, después de 44. Eso sí, nos dio tiempo en los «descansos» por la lluvia a ver la nueva moda de las cadenas, en este caso, Antena 3, de añadir a su logotipo la publicidad de sus nuevos programas. Así, durante cuatro días, pudimos a cada momento ver salir detrás del logotipo una chica «amachorrada» llamada «Lalola» que te ponía de los nervios, pues lo mismo se te metía debajo de un coche, se colaba en una fiesta, o se ponía a bucear debajo de los mares.
A los que no sean de Torrevieja, les comento que el sr. alcalde, cuando ganó la selección española, izó la bandera en el mástil de la Plaza de la Constitución en su honor. Yo le pido a Pedro que no la quite aún, primero por lo de Nadal, luego le recuerdo que en el Tour un murciano va en cabeza, y, si la cosa no se tuerce y lo gana, podíamos dejar la bandera hasta las Olimpiadas, que comienzan el 8 del 8 del 2008, a las 8 (¡uf, qué mala rima tiene esto…! ji, ji, ji).
Ésta es la semana de San Fermín. Todas las mañanas a la misma hora, las televisiones se vuelcan para ver cómo una manada de toros sale de los corrales para ser encerrados en la plaza, como si de algo del otro mundo se tratase, todo por el mero hecho de ser «cornudos». En mi pueblo había unos cuantos y jamás se nos ocurrió correrlos calle abajo a golpe de periódico, para luego ponerles un par de banderillas y pasarlos a estoque, ante la algarabía del respetable. Y aún menos en Pamplona, capital estos días de la «moña» y los excesos de todo tipo, como si de una Sodoma y Gomorra de hoy se tratase, y todo ello con el beneplácito de un tal obispo, por nombre Fermín.

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