En un país multicolor, nació una «friky» bajo el sol… Así podría comenzar el cuento, como si de una nueva abeja Maya se tratara, a no ser por que el verano del 98, aquella paletilla de cara redondeada y sonrosada, veraneante de Benidorm, en un abrir y cerrar las piernas, se ligase al torero más hortera que ha parido madre.
Y, como dice el refrán, ni compres a quien compró… ni sirvas a quien sirvió… La metieron en «Ambiciones», un parque temático de la cutrez, elevado a su máximo exponente, lleno de lámparas de araña, con cabezas de toros disecadas, capotes y estoques colgados por las paredes, una mascota que era ni más ni menos que un tigre, de nombre «currupipi», y una familia política digna de un sainete de los Álvarez Quintero. La salsa ideal para que, fruto de ese rechazo, de la incultura por la incultura, saliera echando pestes con el fruto de esa unión con el insigne espada del braguerío.
A raíz de ese momento, surgieron los «romances-montaje» con Dani DJ y con Óscar Lozano, con portadas incluidas de amores de papel, en paraísos idílicos, que lo único que hacían era reportar pasta gansa a sus arcas. Unas portadas en Interviú y poco más.
Visto el tirón mediático de la susodicha, Ana Rosa la fichó para el programa matinal que hace en Telecinco. Durante los años que ha ido trabajando en él, hemos visto la decadencia física de aquella rosada chavala de pueblo que aterrizó en Madrid. Bolsas en los ojos, surcos que rodean sus labios, que ni el botox a kilos puede tapar… Pero ese deterioro no fue el peor, sino el de su carácter: ese estado permanente de mala leche, diarrea mental crónica (cada vez que habla la caga), esa inquina a la mujer del torero, la «Campanario», que lo único que hace es demostrar que no olvida al padre de Andreíta (la de «¡Cómete el pollo, coño!»); esa forma de hablar que me recuerda a una muñeca hinchable que me regalaron, que cuando abría la boca cerraba los ojos. En fin, ahí la tienen. La última polémica de su viaje de novios. Su boda no la vendió a ningún medio, pero ella, que será inculta, pero no tonta, bien se las apañó para avivar la polémica y sentarse el sábado en la Noria, vestida de novia y cobrando 60.000 eur. del ala, para hacer lo de siempre: dejar salir la bilis a borbotones por la boca sin dejar a nadie indiferente… Eso sí, con mucho cuidado de no morderse la lengua… más que nada, por si muriera con su propio veneno.
Yo digo lo que ella misma dice: ¡Arriba la Esteban!, …y yo repito: ¡arriba! ¡arriba…!, ¡más arriba…! Ahora… ¡soltadla…! ¡¡¡Catacrack!!!
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