Hace dos veranos, en el pasado 2006, leí la gran novela de Ken Follet «Los Pilares de la Tierra», que trata, para los que no la han leído, de las vicisitudes y problemas acaecidos a un número de personajes con la construcción de una catedral en Inglaterra, en el siglo XIII. La novela, y dada la inteligencia e imaginación de su escritor, se desarrolla de acuerdo con los problemas de su época, y dejando a la iglesia en un punto que podemos llamar neutro, ya que las intrigas, si las juzgamos con el bien y el mal, están al 80/20 por ciento.
Recientemente, Ken Follet ha publicado la segunda parte de la citada novela, cuyo título es «Un mundo sin fin», ambientada en el siglo XIV. Si bien se dice que «segundas partes no son buenas», en este caso no es así. A mi juicio, el libro está muy bien escrito, pero, a diferencia del anterior, y creo que «porque está de moda», deja a la jerarquía de la iglesia en un mal lugar, pues todos los personajes, y son muchos, que aparecen con cargos eclesiásticos, como arzobispos, obispos, abades, priores, supriores, monjes, etc., así como los nobles, todos menos uno, tienen vicios o defectos como la maldad, la lujuria, la ambición, etc. Parece ser que, al contrario que la novela anterior, en este libro y, como tendencia de una moda, este señor deja a los apóstoles de la iglesia como agua de mayo. Es más o menos como decir que todos los habitantes de un determinado lugar son terroristas, aunque realmente solamente sean unos pocos, pues es verdad que algún religioso, como perteneciente a un colectivo humano, pueda tener debilidades, pero digamos que puede ser un uno por ciento, pero no el 99 como este hombre señala en su novela. Y es que, si vemos algunos títulos de éxitos recientes: «El código Da Vinci», «La Sagrada Cena», «La Rosa de los Vientos», «El Tesoro de los Templarios», «La Sábana Santa» y otros más, estamos leyendo un despiadado ataque hacia la jerarquía eclesiástica y, en definitiva, hacia la iglesia que somos todos los bautizados, pues parece ser que, para estos escritores, en la iglesia, todo lo que ha habido y hay es malo, porque así llenan sus cuentas bancarias de importantes cantidades de beneficios con la venta de este tipo de libros.
Muchas personas, y me consta, hacen de estos libros auténticas biblias, y juzgan a los demás bajo la influencia de los contenidos de los mismos, que brotan de la gran imaginación de estos hombres, con un desconocimiento total de la realidad, ya que no tienen otros fundamentos de juicio y creen a pies juntillas todo lo que la inventiva de éstos puede crear.
Yo recomendaría a algunas personas que leyeran otros libros también y, si quieren aventuras amorosas, por ejemplo, lean las confesiones de San Agustín y, si prefieren otros tipos de aventuras, la vida de San Pablo o las de los Santos Padres de la iglesia. Todo esto por no decir que lean la propia Biblia, donde tienen 74 libros de todos los géneros literarios. Así tendrán otros elementos de juicio a la hora de dar una falsa interpretación a lo que los novelistas generan de su imaginación e inventiva.
Carlos García
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