El Periódico de Torrevieja nº371

Conforme vamos llegando al final del mes de agosto y vemos acabar el verano, la nostalgia nos comienza a invadir. Y es que, a pesar de las incomodidades propias de esta época, siempre suele ser también un tiempo muy especial, en el que nos reencontramos con los conocidos de siempre.
Al transcurrir los años vamos viviendo experiencias diversas y de pronto un día nos paramos a pensar y comprobamos a cuántas personas hemos conocido y dejado atrás a lo largo del tiempo. Cuántas circunstancias y ocasiones vividas, que después fueron quedando en el olvido por una u otra razón.
La vida es así, vamos de aquí para allá, a veces incluso sin que intervenga demasiado nuestra voluntad. El destino de cada cual nos va llevando, sin apenas darnos tregua. Nos relacionamos con personas de diferentes clases y pensamientos, con unos tenemos más afinidad y con otros menos. De muchas perdemos la pista y un día, mucho después, las volvemos a encontrar, tal vez por pura casualidad. Con otras conservamos cierta relación esporádica. De la mayoría nos queda sobre todo un grato recuerdo, por las experiencias compartidas.
Tal vez si nos parásemos a meditar a veces valoraríamos mucho más lo que tenemos, algo que sólo hacemos cuando nos encontramos de frente con situaciones especialmente delicadas, que nos hacen plantearnos dónde está lo realmente importante.
Mientras tanto, hay quien se dedica a romper y destrozar cuanto encuentra a su alrededor, sin cuidar, ni mucho ni poco, las cosas que son de todos, ni las ajenas, haciendo caso omiso de campañas de concienciación, ni de la mínima educación cívica. Resulta muy penoso ir por la calle y observar cómo de un día para otro se ensucian fachadas, recién arregladas, cristales, puertas o monumentos, dejándolo todo mal sin contemplaciones, así por capricho y sin un ápice de conciencia ciudadana.

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