Premios «Príncipe de Asturias»: La consagración de Ingrid

Eran las 7 de la tarde del pasado día 24, cuando, en el Teatro Campoamor de Oviedo, llegaban los premiados con el «Príncipe de Asturias 2008». Los premiados este año fueron: en Artes, el Sistema Nacional de Orquestas Juveniles de Venezuela; en Ciencias Sociales, Tzvetan Todorov, del Centro de Investigaciones de París; en Cooperación Internacional, cuatro organizaciones que lideran la lucha contra la Malaria; en Investigación, un japonés y tres estadounidenses; y en Letras, la escritora canadiense Margaret Atwood. Todos ellos son personajes a los que, en su mundillo y en su casa, seguro que los conocerán, pero a nosotros los de a pie nos dicen bien poco, aunque entre los premiados más mediáticos estuviese en Deportes Rafa Nadal, el tenista manacorí que este año lo ha ganado todo, y, además, hace gala de un carácter nada altivo, y que está comprometido con la ayuda a los demás.
Pero, sin duda alguna, la protagonista de la noche fue la premiada con el Premio de la Concordia, la colombiana Ingrid Betancourt. Ella cerró el turno de discursos y lo hizo con una voz sensible, dentro de un cuerpo débil, a la que es difícil imaginar soportando durante seis duros años el secuestro en la selva colombiana. Su voz estremeció a todos al recordar su cautiverio y pedir que continúe la lucha para liberar a los rehenes colombianos y a todos los que, en el mundo, «sufren las consecuencias de la arbitrariedad política y cultural».
Convertida en un símbolo de la libertad, sus palabras tuvieron un efecto poderoso: «Está cayendo el mundo construido sobre la irresponsabilidad y el egoísmo», refiriéndose a la crisis que estamos sufriendo.
Era imponente ver cómo el silencio del Teatro y las lágrimas de Ingrid ponían un nudo en la garganta de la gente por su crudeza y, sin embargo, la falta de odio y rencor con que las pronunciaba.
Doña Ingrid Betancourt se convirtió por una noche, desde Oviedo y para el mundo, en la voz de la concordia y la libertad… Mujeres y hombres como ella hacen falta dirigiendo este mundo que está llegando a un punto de no retorno, presa de la ambición de unos pocos…
Alguien dijo, y yo lo reafirmo: «si esto sigue así, que paren el mundo, que yo me bajo»…

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