El poder de la palabra en el escenario de cada día

Eugène Ionesco

El teatro ha sabido aprovechar las oportunidades que ofrece el sonido de la palabra como réplica de sí misma en el espacio de resonancias de la escena, y cada época insiste en interpretar diversamente los juegos de vocablos para producir el espectáculo teatral partiendo siempre del valor que se dé en aquel entonces a lo entonado como sistema comunicativo.
Una obra de William Shakespeare abrió aún más la brecha entre el uso normal y lo que ahora se denomina entre especialistas como síndrome de M.A.A.N., el «Much Ado About Nothing» que José Luis Oncins Martínez se atreviese a traducir por «Duelo Verbal»; es decir, palabra contra palabra en el cotilleo diario; en lenguaje médico, se trataría del caso de los pacientes que importunan a los doctores con sus pequeñas dolencias y que el vate inglés había aplicado ya al cacareo de los gansos u ocas que basan su lenguaje en el barboteo que emplean y que ellos sólo comprenden. Los infantes utilizan igualmente este sistema de parloteo que los adultos han de interpretar y que parece ser el sistema de entonación que ha de emplearse en el escenario, no tanto para darse a entender como para que la audiencia quede fascinada por el poder mismo de la resonancia.
Eugène Ionesco (1912-1994) siguió las enseñanzas del «lenguaje automático controlado» para mantener al auditorio dentro de su propio ambiente, el que sea, pero que definirá lo que caracterice a cada grupo generacional, ya que tiene el valor de hacerle volver a las fuentes de su propia cultura, las que van a escribirse para que se entonen en público, diría George Bernard Shaw, para quien estas resonancias tendrían el poder de evocar relaciones comunes. Ludwig Wittgenstein las consideraba «los límites de cada propio mundo» al que estamos condicionados y que reconocemos como hacen las ocas, digamos lo que digamos, sin que podamos escapar, y que nos inician igualmente en el arte del pensamiento.
Durante mis muchos años de enseñanza de lenguas, he comenzado siempre por la pronunciación en voz alta, insistiendo en que «entre el lenguaje hablado y el escrito hay una gran diferencia, pues el hablado no se escribe y el escrito no se habla», según algunos, siendo precisamente esto lo que haga que el cerebro responda terapéuticamente a los impulsos del cerebro.

HECHOS Y DICHOS
Lo que vale son las palabras, el resto termina siempre en charlatanería.  Eugène Ionesco

PROVERBIO POPULAR
Cuando se usan las palabras como espadas, éstas nunca enmohecen.

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