El Día de Todos los Santos

Recuerdo desde niño que, cuando llegaba este día, mi casa se inundaba de tristeza, mi madre, ya fallecida, encendía mariposas en vasos con aceite junto a los retratos de aquellos familiares fallecidos y los adornaba con flores, dejando resbalar sus lágrimas por el recuerdo de aquellos seres queridos que nos habían dejado, y se iba a oír más de una misa por los difuntos.
En los teatros, e incluso cuando comenzó la televisión, en esta noche se representaba la obra del dramaturgo José Zorrilla, D. Juan Tenorio, que hoy aún se representa en algún teatro principal de grandes ciudades. Esta obra, por su trama, se consideraba la idónea para estas fechas.
Los cementerios, en estos días, se llenan de personas que van a visitar a sus familiares que allí se encuentran para depositarles unas flores en señal de recuerdo y de regalo, llegándose incluso a competir para ver que tumba está más y mejor adornada; hablando con los visitantes de al lado de hechos y recuerdos de los que ya se han marchado.
Un sacerdote, escritor y gran teólogo, al que me une una gran amistad, me dijo un día que la muerte no es una separación definitiva, que mientras uno recuerde diariamente la convivencia que llevaba con los que se nos han adelantado: familiares, amigos, conocidos, etc., éstos permanecen vivos en nuestro espíritu y nos acompañan siempre, por lo que no debemos estar tristes o melancólicos.
Muchas personas están confundidas con lo que celebramos en este día, piensan que es un día de tristeza y es todo lo contrario. Vamos a tratar de explicarlo. Cuando celebramos nuestro santo, hacemos, normalmente una fiesta en nuestra casa; invitamos a los amigos, familiares y, a veces, te hacen algún regalo. Lo que estamos celebrando es la coincidencia de nuestro nombre con alguno del santoral; por ejemplo, casi todos los que nos llamamos Carlos celebramos nuestra onomástica el 4 de noviembre, día de San Carlos Borromeo. Esta persona está considerada como santa por sus buenas obras y la dedicación de su vida en favor de los demás, y es el patrón de la banca mundial, encontrándose su tumba en el Duomo de Milano (la Catedral de Milán), que yo he tenido el gusto de visitar. Pues bien, el día de Todos los Santos, lo que estamos celebrando es el día de todas aquellas personas que ya se han marchado y que, seguramente, han dedicado su vida a su familia, a los amigos… En definitiva, algo bueno tienen que haber hecho, por lo que también son considerados santos, aunque sus nombres no figuren en antes citado santoral. Y eso es lo que celebramos, ni más, ni menos, por lo que no debe ser una día triste, sino alegre.
En nuestro país, dejándonos como siempre influir por los extranjerismos, cada vez es más frecuente celebrar la noche de Halloween  (la noche de las brujas, del terror, etc.), perdiendo nuestra propia identidad de pueblo cristiano que, como tales, y vinculados a Cristo por el bautismo, creemos que disfrutaremos, como Él, de la resurrección a una vida futura y mejor, por lo que no debemos estar tristes, sino vivir en la esperanza de esa resurrección.

Carlos García

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