El Periódico de Torrevieja nº385

Nos encontramos inmersos en plena época de premios. Se acerca el final del año y ya empiezan por aquí y por allá las cenas de gala, con entrega de premios y galardones.
La pasada semana se entregaba el Premio de Poesía. No hace mucho, se hacía lo propio con el de novela. Ya está otorgado el Diego Ramírez Pastor, a la espera de la ceremonia de entrega que, como siempre, tendrá lugar el Día del Ausente.
Company Women también ha celebrado su cena de entrega premios, igual que las bandas de música, y tantos otros que tienen lugar en estas fechas.
Siempre está bien, y es gratificante, ver que se reconoce la labor y el esfuerzo realizado por las personas, en su trabajo o en su vida cotidiana. Es bonito y agradable constatar que actos y hechos relevantes, llevados a cabo por algunas personas, son tenidos en cuenta y dados a conocer públicamente en una exaltación de quien los ha realizado.
Ahora bien, lo contrario también resulta ciertamente muy, muy detestable. Cuando los premios se otorgan para pagar algún favor, más o menos inconfesable, que los hay, como también hay quien va por ahí de despacho en despacho, suplicando casi, que se premien sus «labores» de una forma o de otra. Eso es sencillamente abominable, tanto para la parte que lo recibe, como para la que lo tiene que dar, sobre todo si para ello se tiene que desprestigiar o infravalorar a otros que nada tienen que ver en todo ello y posiblemente tengan más méritos. Pero también existen -en este mundo hay de todo-, como veíamos esta semana a nivel provincial, lejano de dudas, funcionarios que denuncian cómo se está premiando a unos compañeros, en perjuicio de otros, alegando unicamente que es «porque sois los mejores», quizá con la intención oculta de castigar a los que, al parecer, no son tan sumisos como se requiere.
Y es que eso de premiar a los buenos y castigar a los malos se lleva demasiado, cuando es algo que se debería dejar para Dios, si de verdad fuésemos tan buenos cristianos como presumimos en ocasiones.

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