Esta semana pasada he tenido albañiles en mi casa para hacer una pequeña reparación de cambiar una ventana y he podido comprobar con qué facilidad se puede destruir aquello que costó tanto realizar y que ha estado muchos años sirviéndonos y que estaría muchos más si no lo quisiéramos cambiar.
También en estas pasadas semanas hemos visto, a través de los medios de comunicación, cómo la aviación israelí no sólo destruía con gran facilidad lo que se había construido hace muchos años con el esfuerzo de las personas y servía de habitáculo a los palestinos de Gaza, sino que también se destruían vidas humanas con la misma facilidad, y ésas no son reconstruibles como las viviendas; ésas se pierden para siempre y solamente permanecen en el recuerdo de sus familiares y amigos, y todo esto ocurre en unas pocas horas.
En mi juventud, yo tenía un profesor de francés que decía que el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, y es cierto, no vemos otras soluciones para defender nuestras causas e ideas que el miedo, el terror, la violencia, el asesinato y la guerra. ¿Cuánto cuesta ceder un poco? ¿Cuánto cuesta dialogar y ponerse de acuerdo? ¿Cuánto cuesta ser comprensivos y ponerse en la situación del otro?
El pueblo israelí, ante el miedo de ser ocupado y ante las acciones terroristas que Hamás ha venido realizando continuamente como defensa de la opresión y ocupación de los terrenos palestinos por Israel, pues ha construido muros, ha interceptado los puntos neurálgicos de las comunicaciones palestinas y ha destruido y ocupado sus campos productivos, reduciendo sus principales sectores económicos como la agricultura; ha llevado a ambas partes a un continuo enfrentamiento armado y de violencia, pero, incomprensiblemente, el diálogo, la comprensión, la tolerancia por ambas partes y la intención de solucionar las cosas mediante acuerdos de paz y de concordia nunca se han llevado a cabo. Volvemos a tropezar siempre en la misma piedra, la tozudez e incomprensión del hombre.
El otro día se estableció una tregua, que no un acuerdo de paz, ante la presión internacional, especialmente la de Europa, pero ya han muerto más de 1.300 personas y se ha destruido la ciudad de Gaza, que ahora hay que reconstruir. Pero lo cierto y verdad es que todavía no hay una predisposición definitiva de acuerdo que conduzca a ambas partes a una armonía común entre ambos pueblos. Jesucristo decía de su pueblo que eran de dura cerviz y se está comprobando: el ojo por ojo no se olvida, a pesar de que Él dio plenitud al Antiguo Testamento con una Nueva Alianza en la que establecía como Primer Mandamiento el amor a Dios y al prójimo, que, está claro, el pueblo israelita no aceptó desde un principio.
En nuestro país tenemos un problema parecido. Existe un grupo de personas que sólo encuentran la defensa de su causa mediante la creación de miedo, terror, violencia y asesinato, dejando clarificado que, con la aplicación de estos medios, no llegamos a ninguna parte y seguimos tropezando en la misma piedra.
Carlos García
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