Humanismo «galore», basado en la reflexión

Jean-Paul Sartre

Nada tan difícil como analizar el fenómeno del hombre, por la simple razón de que se trata de un ser en constante cambio, cuya naturaleza impredicible hace que no se tome en serio precisar en qué consiste su situación de perpetuo relevo.
Prácticamente todos los novelistas se hacen cargo del tema, y será ese fluir de las personas lo que pretendan reflejar en sus obras, sin concesiones a moralismos. Es sintomático lo que escribiera Gustave Flaubert (1821-1880) desde las perspectivas de un estilo realista: «La humanidad es como es y resulta inútil tratar de cambiarla; la solución estará en comprenderla». De toda su obra se podrá concluir que, si adoptaba la búsqueda de «le mot juste» en sus escritos, era porque sería a través de la descripción de los rasgos de sus personajes como llegaba a situaciones reales para determinar sin escape alguno lo que implica la situación humana, y lo mismo se podría afirmar del teatro y del cine realistas, que tratan de reflejar los cambios que se observan en la personalidad de cada individuo.
He tratado inútilmente de buscar un sinónimo, si no una traducción, al grito de exclamación «galore», que es lo que pretendiera expresar Jean-Paul Sartre (1905-1980) al definir al ser humano: «No se trata de la suma de lo que que tiene, sino la totalidad de lo que aún no tiene, de lo que podría ser», sugiriendo que al escritor pensante se le ofrece la posibilidad de rellenar ese hueco que deja vacío el fenómeno del ser humano, siempre dispuesto a completar lo que le ha dotado la naturaleza, aunque ha de ser a través de ella como se juntarán en un vértice lo que es y lo que no es, por utilizar la formulación de Shakespeare. Desde esta posición existencialista, Paul Sartre intentará clarificar que se le comprenderá en el «devenir más que en lo que es». Después de todo, no es ni para los escritores ni para los filósofos más que el despliegue de un alarde de pasiones inútiles, un campo fértil para los análisis más inverosímiles.
Por muy increíbles que nos parezcan los humanos para este análisis existencial, lo único que les acredita es que siempre se manifiestan con un deseo implacable de romper su propia imagen.

HECHOS Y DICHOS
Cuando tenía catorce años, mi papá era tan ignorante que me resultaba casi imposible aguantarle. Pero en cuanto cumplí los veintiuno, me pareció increíble lo mucho que mi padre había aprendido en siete años.  Mark Twain (1835-1910)

PROVERBIO ÁRABE
El clavo sostiene a la herradura, la herradura al caballo, el caballo al hombre y el hombre al universo.

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