Colesterol Teatro compartirá «El Crisis»

Manuel Bueno Rubio
Director de Colesterol Teatro

Manu «El Crisis» es un personaje colesteroliano que se queja. Hasta aquí nada anormal, todos nos quejamos: las hormigas se quejan porque las pisan, los árboles porque no crecen, las casas porque tampoco, los niños tienen su vida, a los hombres se les escapa y los astros, a veces, se muestran esquivos el día de nuestro cumpleaños.
La crisis de «El Crisis» se aleja de todo y de todos. No tiene que ver con la tristeza. Ni con el desahucio. No tiene deudas, sino con sus afectos, y su único compromiso es el que tiene con el resto de su vida. Se siente vapuleado sólo por lo que no vivió y por la alegría atropellada que destilan a su alrededor los eternos más cercanos. «El Crisis» convive con lo inmediato. La sorpresa es bienvenida y todo cabe en las relaciones imposibles a las que se «somete» con la pasión que todavía le asiste.
«El Crisis» coge siempre el último tren de cada atardecer para despertar en cualquier lugar donde respirar más amplio. No le da bola a la prisa. Mastica la duda, mientras fabrica soluciones impensables para amar. Tiene amigos. Familia escasa. Radical en el ingenio. Color violeta, su color. La ternura le dibuja un jazmín entre los labios. Eterno desertor. De la cordura. Del dolor. La coartada emocional no tiene sitio. Su espejismo, un viaje. Al otro lado. En el espejo. Oculto. Lee la marea. Observa al triste. Se define como un snob. Su nombre es Manuel. Le dicen Bob.

Manu «el Crisis» al mundo en crisis, o ¿dónde está la novedad?
«Los tiburones amasan el fondo y  devoran, así más fácilmente las presas.
No es más cierta esta crisis, que nos venden, que la eterna que padecemos, al ser arrojados a esta agridulce vida que nos dan (sólo si la tomáramos podría ser auténticamente nuestra), y capeamos con toda naturalidad hasta el momento.
Hay crisis desde la primera toma de oxígeno. Desde el primer espasmo intestinal. Desde el primer gesto de hambre y frío. Desde la primera necesidad de contacto y calor. Crisis desde las primeras frustraciones en los infinitos aprendizajes a los que nos vemos sometidos. Sufrimos crisis de día y soñamos de noche para arreglarlo. En nuestro cuerpo anidan un montón de células que entran en crisis para avisarnos de algo incorrecto y así, saltando las alarmas, terminamos por arreglar el problema. Crisis en la pubertad, en la madurez, en el trabajo, con los amigos, con el entorno, con el Universo.
No hay nada nuevo en esto. Venimos ejercitando esa adecuación a la salud, a la normalidad, al equilibrio desde siempre y desde todos los extremos. ¿Miedo? La crisis genera nuevas expectativas de cambio en cada uno de nuestros problemas. Algunos están interesados en hacerse más poderosos con nuestro miedo. Un individuo con miedo es más manejable. Se bloquea, se entrega… O nos rebelamos, echándole imaginación, pelotas… haciendo consciente su infinita experiencia en el tratamiento de ella y la enfrenta, como siempre, con naturalidad. Gracias a las infinitas crisis padecidas seguimos vivos. De lo contrario, ya todo daría igual. Y, entonces, estarías muerto, hermano».

Sé el primero en comentar

Dejar una contestacion

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.


*


*