No cabe duda de que esta vida es como una ruleta, que va dando vueltas, y en la que unas veces estamos arriba y otras podemos bajar hasta abajo, o quedar en un término medio.
Los acontecimientos que están sucediendo estos días en nuestra ciudad así nos lo demuestran. Y esto debería poner sobre aviso a muchos personajes, de ésos que pululan por ahí creyéndose superiores, sin motivo suficiente.
Nadie podía imaginar hace muy poco tiempo que el número dos en el Ayuntamiento, durante tantos años, se iba a ver, como él mismo dijo, ofreciendo ruedas de prensa en lugares, digamos alejados, para explicar sus circunstancias actuales, tras haber sido expulsado de los cargos que ocupaba.
Era algo absolutamente impensable. Todos hemos sido testigos -algunos también víctimas- de cómo ha defendido este hombre a su jefe siempre, realizando el trabajo oscuro, el de segunda línea, digamos, el menos agradable. Allá donde iba, ensalzaba y resaltaba extraordinariamente la figura del alcalde, quedando él en un discreto segundo plano, cuando todos sabían lo importante que era. Y ahora nos dejan estupefactos con su expulsión y las declaraciones cruzadas, donde habla de que aquel se cree Dios. Pero es que en la respuesta se asume esto con total naturalidad y, lejos de desmentirle, se le recuerda que «el que no tiene fe en Dios no va al cielo». Ahí queda eso. Y fue relegado al último rincón en el pleno -que empezó sin él-. Las espadas siguen en alto. El tiempo dará o quitará razones.
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