Isócrates (436-338 antes de nuestra era)
Se me ha ocurrido el tema, como de costumbre, de un hecho que debiera ser insólito, pero que termina en espectáculo de cada día, y es que empleamos lo que decimos como si tuviéramos que darlo por supuesto.
Los dimes y diretes de muchos que no saben contener la explosión de las palabras lo confirman al vulnerar el principio comunicativo para que se lleve a cabo la interacción de los participantes. El palique enfatiza sobre todo el monólogo, pero los dimes y diretes logran con frecuencia el desgaste de los significados. En inglés se comenta sobre el «chitchat» de las habladurías que vienen a reforzar la teoría de algunos de que no tiene por qué haber intermediarios entre los comensales de lo que se comenta. Las frases se multiplican y los proverbios perdurarán a lo largo y ancho de los tiempos como cuando nos referimos a «pelar la pava» o a los «chismes» de cada día. Lo harán incluso en temas musicales de infinidad de tonalidades modernas que circulan como «Chatines del Hablar por Hablar» o la Mengana Band en «los Directos de la Charlar» entre otros muchos dirigidos a las nuevas generaciones que se alimentan, una vez más y como siempre, del masticar de las palabras.
En todo caso, el orador ateniense que nos ocupa, Isócrates, fundó una célebre escuela de oratoria para educar a las clases dirigentes, a quienes convencía de que la palabra era el mejor sistema de control de las masas, aunque debieran evitar siempre la manipulación de un medio que se presta al abuso y para ello insistía en la verificación total de los significados puntuales de cada vocablo. Sartre lo definiría como «le mot précis», pues tan sólo puede ser único y sólo uno en su exactitud, y sobre el resto se tratará de sinónimos que no vendrán al caso en situaciones específicas. Visto todo, diría el sabio de la antigüedad que «es mejor el silencio que la plática para decir algo solamente cuando no se lo pueda excusar», insistiendo en integrarse en un sistema global para conseguir éxitos en la vida a través del control minucioso de las palabras.
Y viene a cuento referirse a antiguas historietas entretenidas que tienen más de imaginación que de verdad factual, como lo que se cuenta de algunos oradores tartamudos de la antigüedad que corregían sus balbuceos entonando sus discursos frente a las olas del Mar Egeo, logrando finalmente decir lo que pretendían expresar. Y como conclusión a estas disquisiciones he aquí un dicho que me han relatado de la Torrevieja que va despareciendo a ojos vistas: «Si no te fueras, comerías», como si controláramos el uso que hacemos de nuestras ideas con la ambigüedad en dichos que tienen más de una lectura.
HECHOS Y DICHOS
Lo que se dice es mitad de quien lo pronuncia y otra mitad de quien lo escuche. Michel Eyquem de Montaigne.
PROVERBIO ANTIGUO CASTELLANO
Se te conocerá mejor por lo que digas
Dejar una contestacion