¡Ya está la primavera en todo su esplendor, pletórica de flores y aromas, alegrando nuestras vidas y dándonos placeres a la vista! No es así para el que no ve, que está privado de ese don maravilloso de poder contemplar la belleza. Los que tenemos vista no sabemos apreciar ni agradecer a Dios sus bondades. Esas dulces personas invidentes poseen, a cambio, otras virtudes que escapan para nosotros, pues ellos, con sus dedos, captan todo lo hermoso. Otro tanto sucede con los que no oyen; desarrollan más su vista y olfato. Todos nos quejamos constantemente de esta vida miserable, pero no damos gracias al Altísimo por amanecer cada día con un techo sobre nuestras cabezas, una cama confortable, viandas con las que alimentar el cuerpo, la compañía de gente querida… La suerte de tener amigos que nos quieran y respeten. El que no tiene trabajo lo pasa mal, pero el que está empleado, también ha de sentirse con suerte al tener un jefe/a que le abona un salario por sus servicios y así mantener a su familia. Son muchos conceptos los que confluyen en el hombre para que no vaya maldiciendo y despreciando una suerte que a otros les es negada. ¿Quién no ha gozado viendo una puesta de sol y sus hijos jugando en un parque o las gaviotas volar? ¿Quién no se ha deleitado, cerrando los ojos, para oír su canción favorita? ¡Protestamos por el yugo opresor, de la dureza de una vida de trabajo, ahorro y sacrificio, pero no agradecemos tener una nevera llena de comida cuando una tercera parte del mundo muere de hambre y miseria! El pobre siempre será pobre, pero si se sabe adaptar al cambio, será llevadero, por lo tanto, a la hora de quejarte, reflexiona y piensa en estas cosas. ¡¡Esboza una sonrisa y… todo irá mejor!!!
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