Manuel Bueno
Es difícil en este país empatar en algo. Lo normal es perder por goleada o ganar por la mínima en el último suspiro de lo que sea. Hablo en este caso del teatro. Y del fútbol, omnipresente, cómo no. El sábado pasado jugamos a la misma hora, en Torrevieja, tres partidos importantes (para los protagonistas siempre es importante). Sólo televisaban uno, se jugaba sobre césped y era gratis: fútbol, sí. Sancho Gracia, con «La cena de los generales», jugaba en el Teatro Municipal, a 10 euros la tirada: teatro profesional. Y, por último, Colesterol Teatro «pateaba» en su cancha (C. cultural Virgen del Carmen) gratis para el personal de la grada. La lluvia azotó en Torrevieja. La selección (como era de esperar) llenó el estadio y los bares; Colesterol casi, casi el auditorio, y «La cena de los generales», también guais menos 4 filas. Resumiendo, esa noche, el fútbol y el teatro firmaron un empate técnico (bueno, o a mí así me lo parece).
Crónica de un éxito anunciado
Anunciado, porque hace ya tiempo que los «colesterolianos» vienen pisando fuerte, tanto en casa como cuando juegan en la euroliga teatrera (ahora les espera Antigua con otro festival internacional de teatro, en el que deberán, de nuevo, revalidar sus vacaciones y pedigrí, todo junto). Estos chicos no dejan de sorprenderme (y lo digo desde la perspectiva del que mira y actúa a la vez. ¿Que cómo se hace?, no me lo pregunten, pero lo hago). Su ilusión es proporcional al respeto conseguido y la profesionalidad que ejercen en una profesión que no es la suya (ojalá algún día pudiéramos hablar distinto al respecto). Si alguien me lee y se dedica a la representación de grupos de teatro podría echarnos una mano, promocionándonos así, juntos. O no, y así podremos disfrutar del margen que nos permite hacer siempre lo que se nos ocurra, sin presión alguna (excepto la que nuestro amor propio nos dicte).
Al final de la función
Los «colesterolianos» suelen salir a la puerta del centro cultural para despedir a los asistentes, como anfitriones agradecidos por la visita de todos ellos. Los abrazos se reparten y los elogios. Nos gusta el de que «no dejamos de sorprender». Y a mí ver las caras de la gente, con esa sonrisa del que ha recibido un regalo y no puede ocultar su felicidad. Nuestro primer estreno de nuestro décimo año no ha estado nada mal. Vamos, que gustamos y nos seguimos gustando. Ojalá que a Sancho Gracia le siga pasando lo mismo, a pesar de la carga de fama y años. A nuestra selección, sólo le pedimos que programe sus partidos en otra fecha distinta a las de nuestras representaciones (para poderles disfrutar también nosotros, mayormente). A la lluvia, que siga llenando los embalses. Y a las musas, que nos asistan insistentemente: para que nos piten un penalty en el último minuto, lo falle el delantero contrario, y así tengamos la mejor disculpa para abrazarnos los dos equipos, dejando la cosa en un cariñoso reparto de oportunidades de triunfo.
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