Fátima y Jerusalén

Empezamos una mañana de miércoles que no sé calificar. Siendo todas hermosas porque se abren con ímpetu al desarrollo y la actividad del hombre, se nos ha hurtado el sol ardoroso y calentón para dejar paso a lo que no es neblina, ni bruma ni calima. ¡Cuánto daría yo por estar entre pescadores avezados, pastores de aprisco u hombres del mar o la montaña, para que me la explicaran de lleno con su argot! Esta mañana y las demás y todas, qué matices habrá para interpretar olores y colores de la inmensa y majestuosa naturaleza. Mañana de un miércoles de mayo, en la que sí se pueden hacer infinitas reflexiones a pesar de ese ajetreo al que acabo de aludir.
Mayo de Primeras Comuniones. Algo más de un centenar de niñas y niños que completarán su catequesis dentro de unos pocos años con arreglo al Directorio de Iniciación Cristiana para recibir ese otro Sacramento tan importante de la Confirmación y que nos hace ser testigos militantes de la fe.
Hoy celebra la Iglesia la festividad de Nuestra Señora de Fátima. Cuando visite por tercera vez su Santuario, allá en Ourém, municipio portugués donde se ubica y que lo cuida como oro en paño, me asombrarán los cambios realizados para conservar y magnificar el lugar como se merece. Madre de Dios, el más excelso tratamiento para mujer alguna. Ella y el milagro de su Encarnación fue, ha sido y es el acontecimiento singular y portentoso que partió a la Historia hace ya más de dos mil años.
Y miremos, además de la dichosa crisis, que al final va a ser sólo para los de siempre, el viaje de Benedicto XVI, nuestro Papa, que no se quiere morir sin visitar los Santos Lugares por antonomasia. Con valentía, por ser además lugares de conflicto. El Conflicto por antonomasia también. En la otra orilla del Jordán, el Bautista y Jesús el Señor, protagonistas en la mente y corazón de los cristianos. Y en el Muro de las Lamentaciones en Jerusalén, santo y seña del Antiguo Testamento, queriendo llenar de contenido a su viaje, ofreciendo diálogo y oración por la paz y el entendimiento entre los pueblos, con las otras dos grandes religiones monoteístas, que eso sí que es un alegato para las nuevas alianzas… Aunque alianzas en minúscula, ojo megalómanos, porque las Alianzas solo las hace Dios con los hombres…
Y que nos venga de vuelta sin novedad y satisfecho. Para que no le duela demasiado el corazón cuando se entere de que, en la católica España desde siglos, tenemos ahora gobiernos intentando promulgar leyes que garanticen la dignidad de las mujeres cuando decidan interrumpir voluntariamente su embarazo… ¡Toma ya¡ Porque si no lo explican mejor, lo entenderemos como derecho al aborto libre. Y, de aperitivo, pastillas a tutiplén en las farmacias para las chicas… También, por supuesto, para elevar su dignidad como incipientes mujeres…
«Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará; y todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto». San Juan 15, 1-2

JortizrochE

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