En la madrugada del 25 de junio se colapsaron las redacciones de periódicos y televisiones de todo el mundo: A Michael Jackson se le había parado el corazón.
Después de la muerte del rey del rock, Elvis, no se había conocido tal terremoto emocional en el mundo musical. Se había ido el otro rey, el del pop y con él nacía un mito.
La vida de Michael ha sido una vida agridulce. Estrella desde la infancia, cuando formaba parte de los Jackson Five, y aupado a una carrera discográfica que tuvo su cénit con la grabación del considerado el primer video-clip de la historia, «Thriller» (1982), con unos efectos especiales y una puesta en escena que batió records de ventas, llegando a ser el álbum musical más vendido de la historia.
Pero, a partir de ahí, comenzó la «peste» de los nuevos ricos. Nadando en dinero, quiso rodearse de lo más lujoso que se encontrara, montó una mansión: «Neverland» («El mundo de nunca jamás») y se aferró a la niñez, resistiéndose a envejecer y rodeándose de niños.
Mientras su obsesión por blanquear su piel con operaciones secretas era un rumor a voces (aunque algunos mantienen que era una enfermedad de la piel que eliminaba la melanina), su reputación y economía se iban poniendo negras al mismo ritmo que él se ponía blanco. Aunque nunca se demostró su pederastia, se hizo valer aquello de «cuando el río suena…» y ya nunca volvió a ser la figura estelar que se comía el mundo.
En sus apariciones, era más un fantasma de la estrella pasada, cubierto de mascarillas, sombreros y guardaespaldas, que realmente lo que era. Se casó, los más dicen que para callar habladurías, con la hija de Elvis, Lisa Marie, de la que se separó. Tuvo tres hijos, de dudoso origen… y, cuando se disponía a recuperar su economía que andaba en deudas escandalosas, preparando una gira de 50 conciertos en Inglaterra… va y la palma. Las causas son lo de menos. A nadie resucitan las autopsias. Ya sólo queda el legado de su música y el recuerdo de su vida azarosa, pero hay un detalle que nadie debe olvidar y es que ha entrado en el libro Guiness de los records por ser la figura mundial que más dinero donó jamás en obras de beneficencia, en especial a la infancia, calculándose en 300 millones de dólares sus donaciones.
Seguro que ahora empieza el verdadero filón… la estela de la muerte del famoso… las luchas fratricidas por hacerse con el pastel… y él, desde donde esté, quizás en ese país suyo de «Nunca jamás», se echará mano al «paquete», como en tantas ocasiones, y les dirá a todos con ironía… «¡Tomaaaaaa!».
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