Lo que más nos suele diferenciar a los seres humanos son las ideas, más incluso que la raza, el color de la piel, la nacionalidad y hasta la educación. Cada cual nacemos con unos genes absolutamente diferentes, y, aunque es cierto que nos marca mucho el entorno y las circunstancias, albergamos en nuestro ser una individualidad exclusiva que nos hace únicos e irrepetibles. Así, podemos encontrar personas capaces de darlo todo por una causa, sus pertenencias y hasta su vida, para defender sus ideas, y otras que, por el contrario, sólo buscan sacar el mayor provecho de cada situación y lucrarse de cuanto les rodea, sin importarles lo más mínimo el bien común, ni a quién puedan perjudicar en su egoísmo. También hay quien sólo vive para aparentar un estatus social o económico y a ello dedica su mayor esfuerzo, haciendo para lograrlo «lo que sea». Hay quienes se conforman con sobrevivir tranquilamente, sin tener altibajos relevantes, que alteren lo previsible, y quienes necesitan actividad y emociones constantes, que hagan excitante cada nuevo día, con proyectos innovadores para dar sentido a su vida y sentirse vivos. Otros pasan de todo y algunos sólo se dedican a copiar a quienes realizan un trabajo y van siempre ahí chupando del otro, como parásitos.
Son diferentes modos de enfocar esta vida, respetables -casi todos- pero que dan cuenta de la variedad de caracteres que nos encontramos a diario, por eso para gustos hay colores.
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