Salimos del Adviento, tiempo religioso de espera o esperanza, espera porque todos o casi todos esperamos la Navidad (Natividad del Señor), para unos, días de paz y alegría, encuentro familiar, reconciliación con Dios y con los demás, recuerdo sobre los que ya se han marchado, nostalgia de tiempos pasados y esperanza en un nuevo año en el que siempre se dice que sea un poco mejor que el pasado. Para otros, son fiestas de Papá Noel (El obispo San Nicolás) en las que hay que consumir, hay que pasarlo bien, viajar a la nieve, hacerse regalos y disfrutar de unas cortas vacaciones invernales, o sea que, cada uno puede escoger la manera y el significado de estas fiestas como le apetezca en uso de su libertad, aunque, a veces, esta libertad de la que creemos disponer, está condicionada por otros aspectos que nos llevan, sin darnos cuenta, a una esclavitud.
Para muchos, como digo, por unas causas o por otras, son días especiales, pero para otros son días que no significan ningún cambio con respecto a los demás en sus vidas, y me estoy refiriendo a aquellas personas que se encuentran solas, muchas sin empleo ni subsidio familiar, que dependen de la caridad de los demás, y muchos de ellos de los comedores sociales o albergues que, Caritas u otras instituciones tienen establecidos para cubrir sus primeras necesidades, personas que han llegado a la indigencia o la pobreza por causa de esta crisis económica que estamos atravesando. Algunas de estas personas se ven obligadas a dormir en coches abandonados, resquicios de puertas, cajeros, etc. sin abrigo ni mantas, aprovechando algunos cartones para poderse abrigar.
En ciudades como: Alicante, Elche, Orihuela, Murcia, Cartagena, etc. existen albergues para estas personas, por lo que en nuestra ciudad se hace necesario la implantación de uno que permita el aseo y el resguardo del frio y la lluvia para aquellos que tienen como techo el cielo, unas veces estrellado y otras cargados de nubes y mal tiempo.
No importa que estas personas no hayan cotizado impuestos o a la Seguridad Social, seguramente no han tenido oportunidad de hacerlo y carecen de cualquier tipo de ingresos o escasos en algunas situaciones, pero no por ello dejan de tener derecho a un techo donde cobijarse y poder comer caliente, al menos, una vez al día.
Muchas veces vemos a un buen número de estas personas sensiblemente bebidas o en estado ebrio, y seguramente decimos «Se gastan el dinero en bebida y piden de comer» pero no nos preguntamos ¿Por qué beben? Tal vez sea para olvidar o escapar de su verdadera y auténtica situación, por eso, deben ser también destinatarios de nuestra caridad y solidaridad.
La caridad, no es echarse la mano al bolsillo y dar unas monedas y ya está. La caridad lleva consigo el amor y la entrega personal hacia los demás, es un compromiso que unos adquirimos con nuestra vocación religiosa de laicos y otros consigo mismo, pues, debemos de pensar que la vida da muchas vueltas y desconocemos en que situaciones nos podremos encontrar en un futuro, muchas personas de las que llegan a Caritas dicen «como podía yo pensar que habría de encontrarme en esta situación».
Carlos García
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